RENUNCIA DE RESPONSABILIDAD : Las opiniones aquí expresadas pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Departamento del Estado de los EEUU, el Programa Fulbright, la Comisión Fulbright de Colombia, el Instituto de Estudios Internacionales (IIE) o la Universidad de los Andes. Léase todo con comprensión. Atentamente, Gabriel-Josué Hurst

domingo, 11 de julio de 2010

Los primeros desaparecidos en Argentina

Aunque muchos se preguntarán qué me tiene tan trasnochado esta noche, la respuesta se encuentra en los libros que he ido devorando de a poco. Tengo libros por doquier, arrumados en cajas, las cuales pienso traer conmigo cuando realice el traslado a Washington D.C. a mi retorno de Bogotá. Un libro que compré en Santiago de Chile hace ya dos años se titula Argentinos por Jorge Lanata y en él le dedica un capítulo a los primeros desaparecidos del Cono Sur, los afro-rioplatenses. Prefiero emplear el término "afro-rioplatenses" que, a mi juicio, abarca mejor el territorio (Argentina, Paraguay y Uruguay) ocupado por los afrodescendientes, traídos al Cono Sur en calidad de esclavos. Es interesante la preterición histórica a la que los afro-rioplatenses han sido condenados, pues recuerdo la respuesta que me dio un taxista bonaerense al preguntarle sobre el paradero de los afroargentinos: "Negros, en Buenos Aires, no hay salvo los vendedores callejeros nigerianos." Al recordarle que un sondeo poblacional en el año 1870 arrojó que los negros formaban un 30% de Buenos Aires, me lanzó una mirada displicente y me pidió el peaje.

He estado moviendo cielo y tierra en busca de Los Afroargentinos de Buenos Aires, George Reid Andrews, publicado en 1980 por The University of Wisconsin Press. Aunque no lo tengo en mi posesión todavía, he podido recabar citas importantes de su contenido que se manifiestan en otros textos. En ese libro Reid sintetiza la historia de los afroargentinos y los factores que se coadyuvaron a su eventual desaparición o, mejor dicho, absorción en un trasfondo demográfico mayoritariamente blanco. Andrews señala que el proceso de desaparición fue bastante súbito, y comenzó a tener efecto en la década de 1850. El censo de 1778 mostró que los negros y mulatos eran un 30% por ciento de la población: 7.256 sobre un total de 24.363. Esta proporción se mantenía en 1810 y 1838, aunque en este último año, tomando en cuenta cifras relativas, había bajado a un cuatro del total. Pero para 1887 sólo había 8.005 negros sobre una población total de 433.375; menos del dos por ciento.

Los historiadores han ensayado diversas explicaciones para arrojar luz sobre el proceso que por poco les llevó a los afro-rioplatenses al olvido, sin que ninguna resultase concluyente:

1. La masiva participación de los negros en la primera línea de combate de todas las guerras por la Independencia, los cruentos enfrentamientos con Brasil y Paraguay y las guerras civiles. Es bien sabido entre los círculos intelectuales que los negros y mulatos libres desempeñaron un papel protagónico en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones británicas en 1806 y 1807. Igualmente, recuerdo haber leído en alguna parte (se me escapa el nombre del artículo) que las familias patricias que se negaban a mandar a sus hijos a las guerras (como correspondía), mandaban en su lugar a sus esclavos para que tuvieran, por lo menos, representación en las reyertas. Este dato queda por confirmarse.

2. El mestizaje, entendiendo que las mujeres negras, motivadas más por aguijón de la pobreza que por preferencias amorosas, elegían a hombres blancos, que les darían una mayor movilidad social a ellas y a sus vástagos.

3. Las bajas tasas de natalidad.

4. La abolición de la trata de esclavos.

Varios puntos de interés me llamaron mucho la atención. Sin explayarme mucho, cabe señalar que los negros eran empleados para todos los oficios manuales que el español se resistía a desempeñar. De vez en cuando trabajaban en talleres y era su amo quien cobraba el salario. Era muy común también que los amos alquilaran sus esclavos a otras personas que los necesitaban, recibiendo así un ingreso directo en dinero contante y sonante.

No eran admitidos en las casas de estudios, y según Juan Probst en La enseñanza durante la época colonial, en Catamarca se llegó a azotar a un mulato "por haberse descubierto que sabía leer y escribir." A mi modo de ver, lo más interesante fue que un reglamento policial en el año 1821 permitió la instalación de sociedades de negros que fueron agrupándose por naciones y se implantaron en el sur de la ciudad, en las actuales calles Independencia, Chile y México. Al año entrante se les prohibió bailar en las calles y tres años más tarde se prohibieron terminantemente los batuques y candombles. Sólo en la época de las Rosas, recobrarían los "quilombos" su anterior esplendor. La adhesión de los esclavos a Rosas los llevó a rebelarse contra sus amos, quienes les temían tanto como a la Sociedad de las Mazorcas por el espionaje subrepticio que realizaban a favor del "Restaurador."

Bueno, estimo conveniente darle fin a estas elucubraciones antes que despierte a toda la casa. Ronda en mí la esperanza de poder postular a la Beca Fulbright por segunda vez en el futuro en Argentina o Uruguay para comprender cabalmente qué fue lo que les sucedió a los afro-rioplatenses y qué vestigios quedan aún latentes en la actual cultura.

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