"Rebosa en mi corazón un tema bueno; al rey dirijo mis versos; mi lengua es como pluma de escribiente muy ligero." (Salmo 45:1)
RENUNCIA DE RESPONSABILIDAD : Las opiniones aquí expresadas pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Departamento del Estado de los EEUU, el Programa Fulbright, la Comisión Fulbright de Colombia, el Instituto de Estudios Internacionales (IIE) o la Universidad de los Andes. Léase todo con comprensión. Atentamente, Gabriel-Josué Hurst
viernes, 30 de julio de 2010
Dios nos lleva a puerto seguro
Instrucciones: Si desean apreciar la canción sin que la música de trasfondo les fastidie, favor de dirigirse al final de la página y deshabilite el descargador de música que allí se encuentra.
Un lago plácido de forma repentina toma las dimensiones de un mar embravecido. Una frágil embarcación, zarandeada por el viento, se mece a merced de la marea como los barquitos de papel que los niños abandonan en los riachuelos. Las tablas que forman los costados crujen, parece que el bote se va a partir en pedazos. El agua, encrespada e inmisericorde, salpica la cara de doce hombres. Algunos de ellos, aunque doctos en los quehaceres del mar, están trémulos de miedo. Miran la costa en lontananza, pero a penas se avizora a causa del oleaje alterado. Miran hacia arriba, pero las nubes se han enturbiado y amagan con desatar una tempestad apocalíptica. Repliegan la pequeña vela, ya rasgada por la braveza de los ventarrones. Tratan de lanzar el ancla, pero ésta no toca fondo.
De pronto caen en cuenta que no viajan solos. Jesús los acompaña en la travesía.
-¿Y el Maestro?, alguien pregunta.
¡El Maestro estaba dormido, como si nada estuviese pasando! Con el cuerpo recostado a un lado del pequeño barco, los ojos cerrados y el rostro sereno, se adormece. No es que fuera indiferente, ni que se regodeara con el pánico que cundía entre sus discípulos. Es que tenía las riendas de la situación. Cuando sus discípulos lo despiertan, invocan su poder y le piden que intervenga y los salve. Jesús hace uso de su autoridad soberana, y sosiega los vientos. Estos le obedecieron y la tempestad amainó.
La vida es como ese mar de Galilea. De pronto la azotan vientos impetuosos. Por todas partes aparecen negros nubarrones que presagian lo peor. Las olas se encrespan y la barca en que supuestamente estamos a flote comienza a zozobrar, dándole inicio a la cuenta regresiva de nuestro ineludible final. Los vientos soplan con más fragor e ímpetu. No contamos con un lugar dónde encallar el ancla y navegamos caprichosamente a la deriva. No hay señales externas que nos indiquen que el estropicio pronto vaya a terminar. Al contrario, se recrudece en fuerza, se hace más violento, parece que nos roba la esperanza. En ese preciso momento es que gritamos como aquellos doce siniestrados: "Jesús, sálvanos que perecemos." Y qué grato, qué alegre, qué chévere; porque si un día le entregamos la vida a Jesús, tenemos la plena certeza de que él es el capitán del barco.
Como capitán, tiene autoridad para acallar cualquier tempestad que se nos pueda sobrevenir en la vida; y tiene poder para atravesar las aguas peligrosas y llevarnos a puerto seguro. Y no se trata de convencer a Cristo para que nos libre de la tormenta. A pesar de nuestra pusilanimidad espiritual, él está al timón de nuestro barco. Y si él está al timón de nuestras vidas, podemos estar seguros de que el zozobrado barco en que viajamos llegará a su destino. ¿Acaso no fue eso lo que prometió a Moisés cuando lo envió a Egipto? Su promesa fue "Yo estaré contigo, no te desampararé ni te dejaré." También se lo prometió a Josué, a Jeremías y a David. ¿No es eso lo mismo que le dijo a la Iglesia cuando le dio la comisión de ir a hacer discípulos?
Hay una oración compuesta por Juan Pablo II, titulada Totuus Tuus (Todo Tuyo), que ha ganado mi afecto con los años por el desprendimiento espiritual y entrega total que exuda. Lo aprendí en Chile cuando me hice católico. Reza de la siguiente forma:
Virgen, Madre de mi Dios,
¡haz que yo sea todo tuyo!
Tuyo en la vida,
tuyo en la muerte;
tuyo en el sufrimiento,
tuyo en el miedo
y en la miseria;
tuyo en la cruz
y en el doloroso desaliento;
tuyo en el tiempo y en la eternidad.
Virgen, madre de mi Dios,
¡haz que yo sea todo tuyo!
Cuando le entregamos la vida a Jesús y nos ponemos bajo el manto protector de su Madre, podemos revestirnos de tranquilidad, sabiendo que nuestra embarcación está siendo piloteada por el Maestro. Qué tierno es nuestro Dios. Qué carácter inescrutable de Padre tiene. El es Dios todopoderoso, santo, digno de ser ensalzado y enaltecido. Pero también es un Papá profundamente amoroso, gentil y compasivo. Qué gracia inenarrable brota de él. Una y otra vez vuelve a darnos la misma enseñanza, y lo maravilloso es que nunca se cansa de reiterarla: El secreto de una vida cristiana bendecida y llena de paz es que Jesús siempre está al timón.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
We have to talk my friend. This post filled in a lot of blanks for me about assumptions I had made about you when I first met you. Next time I am in Bogota (the 8th and 9th of October) lets get coffee.
ResponderEliminarI think you will enjoy this website: clonline.us
It is a movement I belong to in the Church.
In the adventure,
Tim Herrmann
Also, Chile was where I had my conversion as well. I had always been Catholic but a series of events there (really one big miracle) placed me on a path I never thought was possible. Anyway, I am really glad I decided to read your blog tonight randomly.
ResponderEliminar