RENUNCIA DE RESPONSABILIDAD : Las opiniones aquí expresadas pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Departamento del Estado de los EEUU, el Programa Fulbright, la Comisión Fulbright de Colombia, el Instituto de Estudios Internacionales (IIE) o la Universidad de los Andes. Léase todo con comprensión. Atentamente, Gabriel-Josué Hurst

viernes, 3 de septiembre de 2010

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece



Me detengo un ratico para hacer hincapié en un pasaje de las Sagradas Escrituras que me ha servido de respaldo en los momentos más álgidos y desesperantes de mi vida. Se encuentra en Filipenses 4:11-13 y reza de la siguiente manera: "No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre; así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." En medio de las contrariedades que he sufrido, sólo una cosa me queda clara; Colombia sí me está enseñando lo que significa la palabra "paciencia." Según la Real Academia de la Lengua Española, la paciencia es la capacidad para soportar con resignación desgracias, fastidios y ultrajes sin alterarse.

Del latín patientĭa, la palabra paciencia hace referencia a la habilidad que tiene uno para tolerar algo sin que ello le pertubre su estado de ánimo o lo desamoralice. De esta forma, un sujeto en el que la paciencia ha tomado albergue es aquel que no suele inquietarse ante los contratiempos y percances que le van saliendo al paso. La paciencia, en definitiva, se asocia con la calma o la paz. Una persona paciente es aquella que sabe esperar y logra tomarse las cosas sin desespero ni ansiedad.

Ayer mientras leía la Biblia, un versículo me captó la atención y me hizo arrepentirme de haber dudado de la capacidad del Señor para proveer y sustentarme cuando a mí me faltan las fuerzas para creer más allá de mis actuales circunstancias. "Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar." Me quedé pensando en este versículo durante todo el día y me di cuenta de lo seguros que podemos llegarnos a sentir en una situación cuando hay de por medio una buena cantidad de dinero que nos sirva de amortiguador.

La preeminencia que le damos a nuestro dinero y a nuestras posesiones es un claro reflejo de nuestro compromiso con el Señor. Dios no se fija tanto en qué es lo que tenemos sino más en nuestra actitud frente a lo que poseemos. Es, igualmente, interesante que una parte significativa de nuestro valor personal e intrínseco se derive de nuestros bienes materiales. Es decir, nos valoramos en base a nuestros efectos personales y cómo ellos se miden en compulsación con las pertenencias de otros individuos. Es lamentable que le hayamos asignado tanta importancia al dinero que ello ha llegado a formar la base de nuestra autoestima y sentido de próposito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario