RENUNCIA DE RESPONSABILIDAD : Las opiniones aquí expresadas pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Departamento del Estado de los EEUU, el Programa Fulbright, la Comisión Fulbright de Colombia, el Instituto de Estudios Internacionales (IIE) o la Universidad de los Andes. Léase todo con comprensión. Atentamente, Gabriel-Josué Hurst

domingo, 29 de agosto de 2010

Ingrid Rosario | Eres Mi Respirar



Hace tiempo que no redacto una entrada, sin embargo después de lo vivido acá en Bogotá estos últimos días, me he quedado con mucho material de qué podría escribir. Ustedes me tendrán que dispensar el que no me haya pecado de moroso en la irregularidad de mis entradas, pero la belleza topográfica del Valle de Bacatá me ha dejado algo patidifuso e inarticulado. 

Llegué al "Nido del Cóndor" a las 8:54 PM de la noche el 1er de Agosto mientras caía una lluvia ligera sobre la "Atenas de Suramérica." Me tocó aguardar media hora en una cola larguísima entrando a la aduana, pues habían arribado otros 7 aviones al Aeropuerto El Dorado y el lugar estaba abarrotado de pasajeros ansiosos de tener sus pasaportes estampados y dirigirse a sus últimos destinos. El taxista que se encargó de mi traspaso del aeródromo a mi apartamento en Paulo VI era caleño y no pudo dar crédito a sus oídos el que me supiera al dedillo las letras de las canciones salseras que él ponía a todo volumen. 

Mi afición por la Salsa me ha adjudicado el apodo de "valluno" y por mi color morocho, algunos me dicen el "chocoano" mientras otros se refieren a mí simplemente como el "negro." Este hecho ha sido difícil de digerir, pues en los EEUU, por regla general, tratamos lo mejor que podamos, de no referirnos a individuos en términos raciales o utilizar atributos fenotípicos como si fueran características "totalizadoras" que elipsaran otros aspectos, igualmente válidos e importantes, de una persona.

En la alcoba en la que me he instalado vivía otro estadounidense, Michael Lennon, de Illinois. Me daba risa que todos los colombianos a él le digan el "gringo" y a m el "negro" aunque somos los dos estadounidenses de profunda raigambre en el país. 

Hasta el momento, me he sentido muy a gusto aquí en Colombia. Lo único que me preocupa es la forma super-agresiva como manejan los bogotanos. No respetan las reglas de tránsito (si es que las hay) y realizan maniobras aparatosas que no sólo prejudican sus vidas sino las de otros transeúntes y pasajeros. Me intranquiliza sobremanera la forma imprudente en que cruzan los peatones las calles, que fácilmente podría ser considerada como desafiante. Los taxistas, dechados de cultura, profieren andanadas de improperios a aquél (o a aquélla) que se crea indestructible o que tal vez esté aturdido por los efectos alucinógenos del "basuco" o del "perico." (Aunque, según el taxista, tachar a alguien de "periquero" es más diplomático y culto que clasificarlo de "basuquero"). 

Lo que más me molesta de los colombianos tal vez sería la impuntualidad que no sólo los caracteriza a ellos sino también a todos los latinoamericanos en general. El otro día un profesor de la Universidad Nacional, cuyo nombre permanecerá en el anonimato llegó media hora tarde y tuvo la audacia de entrar en la clase campante y sonriente sin ofrecer disculpas ni explicaciones que arrojaran luz sobre su retraso. Yo, si fuera él, hubiera ingresado al salón cabizbajo y penoso de que hubiera desperdiciado no sólo mi tiempo sino el de ellos, lo cual no puede recuperarse. En los EEUU, especialmente en el Nordeste nos caracteriza nuestro "sentido de urgencia" y nuestro "respeto a los compromisos," atributos de los que carecen muchos colombianos que "te sacan el culo," "te salen calcetos," o "te dejan metido." De acuerdo a las indicaciones de mi amiga Carolina Gómez (quien recientemente fue admitida a Cornell), "sacarle a uno el culo" es cuando alguien se compromete a encontrarse contigo en un lugar, pero llama más tarde o el mismo día diciendo que surgió un imprevisto y se ve obligado a cancelar la cita. "Salirle a uno calceto" es cuando alguien promete algo que después falla en cumplir y "dejarle a uno metido" es cuando alguien te deja plantado y con los crespos hechos, digamos, en un restaurante, cinema o museo.

Esto último me pasó cuando el profesor me dejó metido en un salón, mejor dicho, nos dejó a todos los estudiantes metidos. Me dio pasmo la propuesta de unos de mis condiscípulos que querían aprovechar de que el profesor no se había presentado para comprar unas "cervecitas" y pasar el rato cuando apenas daban las 10 en la mañana. Iracundo, me dirigí a su secretaria, quien me informó que efectivamente no se había presentado y no se encontraba en el campus. Al preguntarle si había sido involucrado en un accidente o si le había asediado una contingencia, me informó que no, pues simplemente quería darle inicio temprano a su puente, que en Colombia se le dice a los fines de semana prolongados. Eso era el colmo y regresé a mi apartamento molesto por lo que consideré ser una falta de respeto y una afenta a mi tiempo. Había llegado a pensar que el tiempo acá en Bogotá es algo puramente decorativo, pues casi nadie se atiene a la hora y muchos caminan despreocupados y errantes como si estuvieran de paseo, la antítesis de cómo caminan en Nueva York. A decir verdad, si así caminan los capitalinos, no se puede esperar mucho más de los provincianos.

Entre los becarios Fulbright, el tema de las diferencias que se presentan en las universidades ha sido la comidilla del mes, pues estamos distribuidos entre las más reputadas del país que son La Universidad Nacional de Colombia, La Universidad de los Andes y la Pontificia Universidad Javeriana. Aunque estoy afiliado con el Grupo de Estudios Afrocolombianos de la U. Nacional, en aras de adelantar mi investigación de la manera más fructuosa, me veo obligado a hacer contactos en los Departamentos de Ciencias Sociales en las otras universidades.  La U. Nacional es un claustro académico fundado en 1867 que es considerado como la universidad más grande e importante de Colombia debido a su tamaño y capacidad investigativa. No se puede desmentir la agudeza intelectual de los profesores o la incandescente inteligencia de algunos alumnos, pero me fastidia la ordinariez de algunos miembros del Cuerpo Universitario que llegan de forma impuntual, orinan en los lugares más públicos y a vista de todos, fuman marihuana sin ningún pudor ni esguince de conciencia y organizan fogatas en los terrenos baldíos de la universidad en detrimento de la calidad del aire. La U. de los Andes me encanta, pues los estudiantes me parecen más profesionales, aunque algunos han afirmado que allí van los hijos de funcionarios del gobierno y/o de la rancia oligarquía colombiana. Son super-"gomelos" en comparación como los "ñeros" o "guizos" de la U. Nacional. La U. Javeriana es una institución privada que pertenece a la Compañía de Jesús (los Jesuitas) y todos son buena gente.

A todas estas contrariedades sumo una más: mi salud. Me encuentro vivito y coleando aunque a mí me ha tocado padecer algunos quebrantos de salud. El martes pasado tuve que acudir a un consultorio médico debido a un caso agudo de sensibilidad, dolor punzante y enrojecimiento del ojo izquierdo. A la oftalmóloga que me atendió le bastó una mirada para diagnosticarme con dos úlceras corneales. Gracias a Dios las detectamos a tiempo y los antibióticos que ella me recetó surtieron el efecto. !Santo Remedio! Las úlceras casi se han desavenecido por completo; siempre que me atenga a los consejos de la oftalmóloga y me siga aplicando los medicamentos, estaré bien. La sequedad del aire, la altura y la contaminación aérea de algunos sectores industriales me ha dado la sensación de que mí me faltaba el aire, pero me he ido acostumbrando satisfactoriamente.  ¡Los quiero a todos, y los prometo que no seguiré siendo "calceto" con estas entradas! Los mantendré al tanto de todo cuanto ocurre.

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