RENUNCIA DE RESPONSABILIDAD : Las opiniones aquí expresadas pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Departamento del Estado de los EEUU, el Programa Fulbright, la Comisión Fulbright de Colombia, el Instituto de Estudios Internacionales (IIE) o la Universidad de los Andes. Léase todo con comprensión. Atentamente, Gabriel-Josué Hurst

jueves, 9 de diciembre de 2010

Las desventajas del TLC por Jorge Robledo

El TLC Colombo-Americano: relación de mula y jinete

Hay un dato me ha tenido bastante desconcertado estos días. A raíz de un diálogo con sostuve con tres colegas míos de los Andes sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC) Colombo-Americano, quienes elogiaron la victoria que se adjudicaron los republicanos al hacerse con el control de la Cámara de Representantes y erosionar considerablemente el poder hegemónico que ostentaban los demócrata en el Senado, caí en cuenta lo fragmentada que es Colombia frente a este debate de repercusiones trascendentales. Lo que más me consternó de la conversación fueron los argumentos que se emplearon para justificar la ratificación del TLC. Dichos argumentos, los cuales me parecieron escandalosos, se concentaron en los beneficios materiales (portátiles, celulares, ipads) a los que podría acceder sólo un puñado pudiente y minoritario de colombianos. 

Antes de exteriorizar mis propias opiniones respecto al TLC, cabe dejar bien sentada mi postura frente estos tipos de acuerdos comerciales. Siempre he sido siempre un firme creyente de la liberalización comercial y de la integración, a todos los niveles, entre los pueblos. Considero que la evidencia económica es irrebatible en cuanto a los beneficios que se obtienen producto de la internacionalización. Todos los países que tienen unas economías abiertas a la inversión extranjera y un mayor volumen de comercio internacional per capita (exportaciones per capita + importaciones per capita) logran unos niveles de desarrollo humano, calidad de vida y crecimiento económico, superiores a sus similares. Ahora, no por ello debemos creer que cualquier tipo de liberalización, integración e internacionalización es buena per se.

No obstante, estoy tajantemente refractario al TLC Colombo-Americano por razones que considero lesivas para los intereses de ambas naciones si un día este acuerdo bilateral llega a suscribirse. Si el TLC llega a ser aprobado por el Congreso de los EEUU en Colombia se ratificará que la salud, la educación, los servicios públicos domiciliarios, el medio ambiente y el cultivo de alimentos son un negocio como cualquier otro; arruinará áreas estratégicas de la producción nacional, industrial y agropecuaria; les entregará el control del ahorro nacional y de la biodiversidad a los extranjeros; le quitará al país los principales instrumentos que se requieren para orientar su economía;...generará una dependencia indeseable del comerio exterior colombiano con respecto al de los EEUU y pondrá trabas, entre otras cosas, al proceso de integración económica iberoamericana. 

Los estragos que este TLC podría ocasionar en los EEUU son igualmente nefastos, especialmente si se tiene en cuenta la coyuntura económica altamente delicada en que nos encontramos. Los defensores del libre comercio dicen que, si bien se pierden puestos de trabajo, se generan nuevas oportunidades. Puestos de trabajo de productividad elevada y salarios altos sustituyen a puestos de trabajo de productividad baja y salarios reducidos. El argumento resulta convincente, con la salvedad de un pequeño detalle: en muchos países la realidad es otra. La tasa de desempleo es tan elevada que quienes pierden sus puestos de trabajo no pasan a ocupar otros mejor remunerados, sino que pasan a engrosar las largas colas de desempleados. Supuestamente, en los EEUU, de acuerdo con las políticas monetarias y fiscales, los puestos de trabajo deberían generarse al mismo tiempo que se pierden pero, como reza el refrán, del dicho al hecho hay un gran trecho. 

El desempleo en los EEUU es rampante, alrededor del orden de 10%. Hoy en día, las personas que pierden su trabajo no encuentran automáticamente otro. Sobre todo cuando la tasa de desempleo es elevada, puede darse un período largo de enquistamiento laboral mientras los trabajadores buscan un nuevo empleador. Los trabajadores de mediana edad son particularmente vulnerables y suelen experimentar muchas dificultades para ser reempleados, por eso muchas veces se ven precisados de jubilarse anticipadamente. De los trabajadores de baja cualificación ni qué hablar tiene.

Si bien a los trabajadores de los EEUU les preocupa perder sus empleos como consecuencia de una oleada de importaciones, éstos cuentan con un sólido colchón amortiguador en el que podrían caer: a diferencia de sus pares latinoamericanos poseen una formación vocacional que les permite pasar de un puesto de trabajo a otro y pueden reclamar indemnizaciones del Estado por despido para amortiguar la transición pedregosa de un puesto de trabajo a otro. Lastimosamente, los trabajadores de los países en vías de desarrollo no cuentan con eso. 

Ahora bien, tratar este tema me exige desmitificar unos cuantos estereotipos que se apuntan a estigmatizar a los que hacemos parte de la oposición. El que me oponga al TLC no significa que sea reacio a un tratado económico con los EEUU o con cualquier otro país, pues se entiende que los negocios internacionales, y los acuerdos que éstos acarrean, pueden ser positivos para el progreso de los pueblos, en la medida en que se definan a partir del más celoso empleo de la soberanía para proteger los intereses de cada nación y, por supuesto, con el propósito de lograr el beneficio recíproco de los países que los suscriben. Pero como también es posible que no cumplan con los dos requisitos señalados, asimismo, dichos negocios y acuerdos internacionales pueden ser negativos para alguno de los signatarios, caso en el que no deben suscribirse, mucho menos por la parte que va a pagar los platos rotos. Como dijo en reiteradas oportunidades, Joseph Stiglitz, el premio Nobel de Economía, con referencia a los TLC americanos, "Es mejor no tener tratado que tener un mal tratado."

Stiglitz continúa afirmando que "la liberalización comercial, cuando se hace de manera justa y va unida a medidas y políticas adecuadas, contribuye al desarrollo." Sin embargo, Stiglitz puntualiza que "si no se gestiona bien la liberalización, la situación de la mayoría de los ciudadanos empeorará, y éstos no verán razón alguna para apoyarla." 

La confusión que denotan los que piensan que siempre y en todo caso un acuerdo económico internacional es positivo, y mucho más si se firma con EEUU, se explica en buena parte por las falacias, generalmente descaradas, que ha echado a rodar la ideología dominante en Colombia. Sin embargo, demostrar que los intereses nacionales y los extranjeros suelen ser diferentes, e incluso antagónicos, no ofrece dificultades de ninguna índole, como puede constatarlo cualquiera que repase, así sea someramente, las páginas de la historia. Los hechos sí hablan por si mismos. 

Que un negocio nacional o international, grande o pequeño, pueda ser pernicioso para un de als partes signatarias se dilucida por la propia naturaleza del capitalismo, que no es un sistema constituido sobre la relación solidaria entre los individuos y las naciones, sino sobre todo lo contrario. En efecto, el capitalismo se fundamenta en el criterio zoológico de la competencia entre las personas y entre los países, competencia que tiene como objetivo supremo la obtención de la máxima ganancia posible y que, según sabemos, se da en términos tan despiadados que se considera económicamente válida y hasta moralmente admisible la ruina del competidor, sin importar que medien daños individuales, sociales o nacionales de proporciones monstruosas. Por consiguiente, bajo el capitalismo las relaciones de beneficio recíproco en el terreno del comercio internacionales no sólo no son las típicas, es decir, las orgánicas sino que ocurren por excepción, cuando las partes equilibran las ventajas y las desventajas de sus propias fuerzas, realidad que entre países solamente es posible en la medida en que se esgrima la soberanía de cada uno para impedir que el interés nacional sea vulnerado.


Según Milton Friedman, uno de los principales proponentes de la globalización neoliberal y el padre ideológico de los Chicago Boys chilenos, "hay una y sólo una responsabilidad social de las empresas, la cual es utilizar sus recursos y comprometerse en actividades diseñadas para incrementar sus ganacias" (Friedman, 1970). De acuerdo con el lince de las finanzas George Soros, en los negocios "la moralidad puede llegar a ser un estorbo. Es un entorno sumamente competitivo, es probable que las personas hipotecadas por la preocupación por los demás obtengan peores resultados que las que están libres de todo escrúpulo moral. De este modo, los valores sociales experimentan lo que podría calificarse de proceso de selección natural adversa. Los poco escrupulosos aparecen en la cumbre" (Soros, 1999).


Lo que he venido proponiendo no es que Colombia, o cualquier otro país, se aisle del mundo y se niegue a tener relaciones económicas otras naciones, incluida la estadounidense, mi país natal. Lo que sí propongo es que los colombianos destierren de sus mentes la tesis ingenua y tramposa de que para ser felices, primero, tienen que hacer felices a los EEUU, o para ser más específicos, a las multinacionales estadounidenses, tesis que ha servido de disculpa para que la política exterior colombiana no sea más que una extensión de la de la Casa Blanca. 

Los defensores del TLC entre Colombia y los EEUU ha empleado a fondo las verdades a medias y, desde luego, las mentiras piadosas. Una de esas "mentirillas" que esgrimen para abusar de la ingenuidad de la gente es que los países que más exportan son los que más se desarrollan. En efecto, puede demostrarse que hay unos que, aun cuando venden más que otros en el exterior, son más atrasados, en tanto que los hay también que exportan menos pero se hallan en una situación económica y social mucho mejor. Las cifras aquí son elocuentes. Según Jorge Enrique Robledo, un connotado senador del Polo Democrático Alternativo, "si se compara la relación entre las exportaciones y el producto interno bruto (PIB), que es como se miden estas cosas, se encuentra que en el año 2004 esta proporción era de 9,55% en Estados Unidos, 11,84% en Japón, 20,84% en Colombia, 73,5% en Angola y 91% en el Congo." Continúa diciendo que "no sobra recordar que la experiencia histórica de los países que hoy en día se han convertido en grandes exportadores industriales, como Japón o Alemania, e incluso China, se fundamenta en la previa creación de un sólido mercado interno para sus productos, a partir de asegurarse la soberanía y la autodeterminación nacional."

Quisiera enfatizar en este punto, pues cabe hacer algunas consideraciones adicionales. El auténtico progreso de países con condiciones de extensión y de habitantes similares a las de Colombia descansa en el continuo crecimiento y fortalecimiento de su mercado interno, es decir, en su capacidad para generar actividades productivas en torno a las compras y ventas que tienen lugar dentro de su territorio, pues estas sustentan, en el caso colombiano, el 80% del aparato económico, porcentaje mayor en países como los EEUU y Japón. 

En línea con las anteriores consideraciones, también puede probarse que la principal fuente de inversión en los países no es la externa sino la interna, verdad que rebate las tesis neoliberales acerca de que no importa lesionar las fuentes del ahorro nacional porque estas serán reemplazadas por el capital extranjero. No obstante, valdría mencionar que la nación que no genere su propia dinámica de crecimiento económico ni siquiera es lo suficientemente atractiva para captar en forma notable la atención de los inversionistas foráneos. 

La importancia de defender el mercado interno y la capacidad para generar ahorro nacional y ahuyentar la falacia del "desarrollo hacia afuera," es decir, por la vía de las exportaciones no puede sobreenfatizarse. Es indiscutible que el avance de la economía en función principal de la fortaleza del mercado interno implica que hay que sacar de la miseria al mayor número posible de ciudadanos, porque de su capacidad de compra depende qué tanto puede crecer el aparato productivo y, con él, las propias posibilidades de expansión de los negocios de diferentes sectores de la burguesía. 

Repasemos un poco las páginas de la historia. ¿Por qué el Norte es rico y el Sur pobre? El río Bravo señala mucho más que una frontera geográfica. También marca la frontera entre dos regiones donde se arraigaron dos opuestos sistemas de colonización interior, los cuales muestran una de las diferencias más importantes entre los modelos de desarrollo de los EEUU y de América Latina. En realidad, al norte y al sur se habían generado, ya en la matriz colonial, sociedades muy poco parecidas y al servicio de fines disparejos. Los peregrinos del Mayflower no atravesaron el mar para conquistar tesoros legendarios ni para diezmar civilizaciones de aborígenes ya existentes, sino para establecerse con sus familias y reproducir, en el Nuevo Mundo, el sistema de vida y de trabajo que practicaban en Europa. No eran rufianes vueltos soldados, sino pioneros perseguidos por el credo que profesaban; no venían a conquistar, sino a colonizar: fundaron "colonias de poblamiento."


Los colonos de Nueva Inglaterra, núcleo original de la civilización norteamericana, no actuaron nunca como agentes coloniales de la acumulación capitalista europea; desde el principio, vivieron al servicio de su propio desarrollo y del desarrollo de su tierra nueva. Este desarrollo interno se agudizó a mediados del siglo XIX con la promulgación de la Ley Lincoln de 1862 o, conocido comúnmente como el Homestead Act, la cual aseguraba a cada familia la propiedad de lotes de 65 hectáreas. Cada beneficiario se comprometía a cultivar su parcela de tierra por un período no inferior a 5 años. La tierra accesible, fértil y casi gratuita, atraía a los campesinos europeos con un imán irresistible: cruzaban el océano y también los Apalaches rumbo a las praderas anchurosas y ubérrimas. Fueron granjeros libres, así, quienes ocuparon los nuevos territorios del centro y del oeste. Mientras el país crecía en superficie y en población, se creaban fuentes de trabajo agrícola y al mismo tiempo se generaba un mercado interno con gran poder adquisitivo, la enorme masa de los granjeros propietarios, para sustentar la pujanza del desarrollo industrial. 

Es curioso que en países como Brasil se haya generado un proceso similar, pero en vez de contar con las familias de campesinos libres que abrían caminos en busca de un trozo de tierra propia, Brasil empleaba a braceros contratados que servían a los latifundistas que previamente habían tomado posesión de los grandes espacios baldíos. En provecho ajeno, los obreros habían ido abriendo el país, a golpes del machete implacable, a través de la selva. La colonización que se produjo en Brasil resulta la simple extensión del área latifundista. 

La principal diferencia entre los puritanos de los EEUU y las clases dominantes de la sociedad colonial latinoamericana es que las últimas jamás se orientaron al desarrollo interno. Sus beneficios provenían de fuera; estaban más vinculados al mercado extranjero que a la propia comarca. Terratenientes, mineros y mercaderes habían nacido para cumplir esa función: abastecer a Europa de oro, plata y alimentos. Los caminos trasladaban la carga en un solo sentido: hacia el puerto y los mercados de ultramar. Esta es también la clave que arroja luz sobre la expansión de los EEUU como unidad nacional y la frustración de América Latina: nuestros centros de producción no estaban conectados entre sí, sino que formaban un abanico con el vértice muy lejos. Ahondaré más en estas consideraciones en futuras entradas, pero es importante dejar sentada que los fines a que servían el Norte y el Sur no eran los mismos, lo que explica la pujanza comercial del primero y la postración económica del último.

A mí me genera preocupación que han transcurrido casi 500 años y Colombia sigue siendo colonizada, es decir, mentalmente colonizada. La mentalidad tiene sugestionado al país lo están recolonizando, pues creer y hacer creer a los demás que el TLC es la tabla de salvación que solventará todos los problemas de Colombia es una quimera y da a entender que las mentes de los dirigentes del país no han sido libradas del yugo de la Colonia. Que se descolonicen las mentes. El crecimiento económico basado en las exportaciones, es decir en el "desarrollo hacia fuera," tiene como uno de sus fines promover el bienestar escandaloso de unos pocos, pero manteniendo en la pobreza a un porcentaje de la población mucho mayor que el de los países capitalistas avanzados, ya que quienes les compran a los exportadores no son sus compatriotas, muchos de los cuales apenas sobreviven con menos de dos dólares, sino los habitantes son mayores ingresos de las potencias y las pequeñas capas adineradas de los demás enclaves subdesarrollados.

A mí me intranquiliza que los miembros de la clase dominante, y unos cuantos pelagatos con aires de grandeza, hayan logrado separar sus propios intereses de la suerte de la colectividad nacional, de forma que a ellos les va bien aunque a la inmensa mayoría de sus compatriotas les va mal. Unieron sus intereses a los de las multinacionales extranjeras, y estas expolian las riquezas de Colombia, les sacan partido descaradamente a sus débiles controles ambientales y lucran a manos llenas mediante las más aberrantes corruptelas. 

Definitivamente, los países desarrollados que han tenido éxito en el desarrollo interno del capitalismo han pateado la escalera por la que subieron para imposibilitar la subida de los países subdesarrollados. La máxima que orientan sus relaciones internacionales es "hagan lo que les digo; no lo que hago." Es descorozonador que mi país, los EEUU, país del que me enorgullezco de ser ciudadano, les aconseje a los países en vías de desarrollo mediante el Consenso de Washington que hagan todo lo contrario de lo que hizo para consolidar su mercado interno. El "libre comercio" no fue el camino que tomaron los EEUU, Inglaterra, Francia y Japón para alcanzar la situación económica que actualmente ostentan. Faltan a la verdad y abusan de la ingenuidad de la gente descaradamente quienes sostienen lo contrario.

Pese al auge económico que ha tenido Colombia en los últimos años, la mitad de la población sigue excluida de los beneficios del progreso. La desigualdad en Colombia es una de las más altas en la región. A pesar de la bonanza económica, 5 de cada 10 colombianos viven con menos de dos dólares diarios, hecho que a todos nos debe tener trasnochados. Si Colombia aspira a integrarse al mercado globalizado, más le vale que fortaleza su propio mercado interno, incorporando en él los millones de colombianos que se encuentran apartados de la fuerza laboral. Al contrario, que se atenga al veredicto que nos ha dictaminado la historia hace ya casi 500 años desde la Colonia. Lamentablemente, aún sigue vigente el viejo adagio: "el pueblo que no se niega a recordar su pasado está condenado a repetirla."

martes, 23 de noviembre de 2010

¿El castigo a Obama? (pt. 2)

  
El presidente de EE.UU., Barack Obama, consideró este miércoles que los alcances de la derrota demócrata en las elecciones intermedias, que le costará a su partido el control de la Cámara de Representantes, constituyeron "una paliza." Las primeras proyecciones de la jornada electoral del martes de la semana pasada constataron lo que predecían los sondeos desde hacía semanas: una apabullante derrota a los demócratas de Obama, catapultada por una lenta recuperación económica y por una tasa de desempleo obstinadamente elevada. En medio de especulaciones sobre la supuesta inviabilidad de gobierno, Obama desestimó que la pérdida de más de 60 escaños en la Cámara Baja y el recorte de su mayoría en el Senado, represente un referéndum sobre las políticas que adelantó y que, insistió, hicieron una diferencia en la economía, así lo pretendan negar sus detractores.

Si bien la derrota que sufrimos en las dos Cámaras del Senado se podría prestar para vaticinar la peor de las coyunturas en los dos años que le quedan al Presidente Obama, a la larga, podría ser la mejor cosa que le pudiera haber pasado si sueña con ser reelegido. Así lo informó un artículo publicado por SEMANA, titulado "La paradoja de Obama." Es de todos sabido que la tasa de desempleo ronda el 10 por ciento y con una economía virtualmente enquistada, la inmensa mayoría de mis compatriotas culpan solamente a Obama de la debacle y creen que ha sido incapaz de tomar las riendas del país y generar resultados. Sin embargo, el eje temático alrededor del cual giraba su tesis se basaba en el argumento de que si la oposición republicana recobrara la batuta en ambas Cámaras, y si las cosas se empecinaran en no cambiar, el Presidente sí tendrá entonces a quién echarle la culpa. Argumentará que es el Congreso el que se empeña en no aprobar los proyectos de ley encaminados a sacar al país del atolladero. De acuerdo a las afirmaciones hechas por el antiguo encuestador de las campañas de Bill Clinton, Douglas Schonen "el mejor resultado para Obama es que los republicanos recuperen las dos cámaras."


Por más descabellada que suene semejante tesis, hay antecedentes muy sólidos que la respaldan. El más reciente fue hace tan solo 16 años. En aquel entonces gobernaba el también demócrata Clinton y su imagen, según los sondeos, estaba por los suelos. El enorme respaldo que había recibido en 1992 al derrotar a George H.W. Bush era cosa del pasado. Fue en ese momento cuando los republicanos, encabezados por Newt Gingrich, firmaron un pacto simbólico con el pueblo estadounidense denominado el "Contrato con América," y se hicieron con las mayorías en las dos cámaras del Senado. Como John Boehner, Gingrich se posicionó  en el partidor para las elecciones presidenciales y se convirtió en una figura de moda. Pero el gran beneficiado fue Clinton. Según SEMANA, "pudo deshacerse del ala más liberal de los demócratas, responsabilizó a los republicanos de no querer reducir el déficit y fue reelegido en 1996 al doblegar fácilmente a Bob Dole por un margen de ocho millones de votos."


Algo similar sucedió medio siglo antes con otro dirigente demócrata, Harry S. Truman. El arquitecto intelectual del Plan Marshall, que estuvo encaminado a reconstruir a Europa después de la Segunda Guerra Mundial, se vio en apuros para ganar las elecciones para así frustrar las esperanzas de Thomas Dewey, el candidato republicano de aquel entonces que ostentaba una gran popularidad en los EEUU. Truman logró vencerlo por cuatro puntos porcentuales gracias, en parte, a que poco antes le había atribuido al Congreso republicano una inactividad incorregible, bautizándolo el "Congreso que no hace nada" y, una vez conquistada la presidencia, lo convocó a manera de escarmiento a unas sesiones extras en el verano. 


No me sorprendería si Obama estuviera soñando con repetir la historia. Convengamos en que ha hecho muchas cosas en el sentido correcto. Prometió un cambio, pero no de la noche a la mañana y, a decir verdad, la impacienca que en estos momentos nos está caracterizando dice mucho sobre la cultura de consumo y de gratificación instantánea en la que vivimos inmersos. Si me permiten una breve disgresión, hasta yo estoy aprendiendo mucho aquí en Colombia sobre condicionamiento hedonista que recibimos desde niños en los EEUU, pues pierdo los estribos si me hacen esperar más de 5 minutos en un restaurante de comida rápida. Todo lo queremos ya. 




Retomando el hilo, Obama logró que el Legislativo le aprobara una hasta entonces inconcebible reforma a la salud pública, por la cual 30 millones de norteamericanos tendrán acceso a los servicios de salud, haciendo eco de lo que una vez prometió que "la salud debe ser un derecho, no un privilegio." También cumplió su promesa de hacerle más responsable Wall Street, y logró que le aprobara la reforma financiera más grande de la historia del país en aras de salvaguardar la integridad económica de los EEUU y, por consiguiente, la del mundo entero. Ni que decir tiene que consiguió darle vuelta a la imagen de los EEUU en el exterior, tan desprestigiada y satanizada bajo el gobierno de George W. Bush.


Para rematar, a Obama se la tienen montada muchos integrantes de la oposición ultraderechista Tea Party, entre ellos Sarah Palin y Glenn Beck, que consideran sin pelos en la lengua que Obama es un musulmán encubierto que conspira contra de los EEUU y que buscar socavar los intereses de los trabajadores blancos, protestantes y anglosajones. Tal vez por eso, y con la esperanza de que las aguas vuelvan a su cauce, lo más conveniente para Obama sería que la derecha se uniera en torno a Sarah Palin en unas eventuales elecciones presidenciales, pues hablando en plata blanca, sería impensable que ella venciera a Obama. Seamos honestos, pues.



En síntesis, si Bill Clinton perdió las mayorías a mitad de su primer mandato, pero después logró su reelección, ¿qué se puede esperar de Obama? Me atrevería a decir que a los republicanos la bala se les salió por la culata y los ganacias que reportaron en las elecciones pueden a la larga servirle de mucha utilidad a su adversario más acérrimo: Barack Obama. Sólo el tiempo dictará el veredicto.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿El castigo a Obama? (pt. 1)


Una cosa que me ha tenido consternado estos días ha sido sido la actual situación del Partido Demócrata en los EEUU y el derrotero fallido por el que nos estamos encaminando como una nación. Encuentro altamente preocupante el que el Partido Republicano haya arrebatado el control de la Cámara de Representantes a los demócratas y haya menoscabado la hegemonía que ostentábamos en el Senado. La nueva composición del Congreso estadounidense presagia un bloqueo político que podría paralizar las reformas del presidente Barack Obama. Aquel que será el presidente de la Cámara Baja, John Boehner, ha prometido en repetidas ocasiones que hará lo imposible y empeñará toda la legislatura para que Obama no salga reelegido. 


En los análisis y lecturas que se hicieron al día siguiente de las elecciones de mitad de período en Estados Unidos, la mayoría coincide en expresar temor que el resultado vaya a implicar una "tranca" en Washington por la imposibilidad de lograr consensos y una profundización de la polarización política. De acuerdo con los comentarios emitidos por Larry Sabato, politólogo de la Universidad de Virginia, el Congreso pasará a ser conformado por menos republicanos moderados y menos demócratas centristas, lo cual redundará en un ambiente enrarecido por la intransigencia y la radicalidad bipartidista. Aunque Obama haya expresado su deseo de transar y buscar puntos de mutuo entendimiento, me intranquiliza el que Obama no haya dado a conocer en términos inequívocos la manera en que la Casa Blanca hará frente al, o valiéndome de un colombianismo, "bregará" con el nuevo mapa político. 


A mi juicio, lo sucedido en las urnas no debe resultarnos de extrañeza. Lo acaecido obedece a la tradición que marca que el partido de gobierno suele perder terreno en las elecciones de mitad de período. Aún así, muchos se preguntan cómo es posible que los demócratas de Obama hayamos perdido el impulso avasallador que teníamos hace dos años con la promesa de "cambio." Según Boehner, la gente sí ha expresado su anuencia frente al cambio propuesto por Obama, pero un cambio de curso (rumbo). El consenso de los estadounidenses es que el gobierno no está trabajando por ellos, sino contra ellos, lo cual ha reconocido Obama cuando admitió en una rueda de prensa en la que apareció cariacontecido y visiblemente acongojado que lo que los votantes expresaron a través de las urnas es "lo mismo que escuché durante las giras electoral que hice en las semanas previas", que es "que la gente está frustrada."


La débil recuperación de la economía y su reflejo en el persistente alto desempleo cercano al 10%, estuvieron en la mente de muchos de los votantes, de acuerdo a las consultas hechas a la salida de los centros de votación. El mandatario afirmó que había percibido la firme demanda de los ciudadanos sobre la situación de la economía, "la gente quiere trabajos, salarios y la posibilidad de darle a sus hijos las mismas oportunidades que ellos tuvieron."


La culpa de esa tibia salida de la llamada Gran Recesión del 2007-08, se la endilgaron los votantes al presidente Barack Obama, pese a que los problemas se originaron bajo la administración del republicano George W. Bush. Esto lo tenía presente cuando Obama llegó al poder aupado por una ola de entusiasmo popular como no se recuerda en la historia americana. Si bien, me dejé llevar por el entusiasmo contagioso que se propagaba por el país siempre tenía en mente que los que te ovacionan y alaban hoy, pueden ser los mismos que te crucifican mañana. El caso de Obama demuestra lo volátil que puede ser la opinión ante la gestión de un presidente, especialmente cuando tal gestión está encaminada a rectificar los problemas heredados por la administración anterior. Hablando en plata blanca, lo que salió a relucir fue nuestra corta memoria y el temor que nos embarga al ver que el camino que hemos emprendido hacia la recuperación económica nos ha resultado más pedregoso y empinado lo que al principio imaginamos.


Lo que a mí también me genera preocupación es la forma en que ciertos sectores de la demografía colombiana han aplaudido la imposición de los republicanos en los comicios del pasado martes. Antonio Caño, el corresponsal del Espectador en Washington D.C., felicitó las ganacias de los republicanos y resaltó la noción de que su llegada a la Cámara es promisoria para la ratificación del Tratado de Libre Comercio entre los dos países. Boehner es un defensor del TLC y culpó a los demócrata de "herir los negocios de Estados Unidos y los trabajadores" por enviar al congelador el TLC de Colombia. En una carta en la que reiteró su apoyo a Colombia y deseo de que se promulgue el TLC aseveró que: 

"Estamos de acuerdo con usted en que estos acuerdos comerciales proporcionan nuevas e importantes oportunidades comerciales que benefician a nuestra economía y crean puestos de trabajo sin aumentar cada acuerdo bipartidista sobre este acuerdo este momento."

Más que escandalosas, estas palabras desconocen por completo las paupérrimas condiciones y la deplorable miseria en que vive sumida la mayoría de los colombianos. Reconozco los beneficios que entrañaría la implementación del TLC, pero cuando nos ponemos a analizar quiénes serían los favorecidos de tales beneficios (la clase alta colombiana, y accionistas estadounidenses) caemos en cuenta de que corremos el riesgo de perder más de lo que ganaremos con su promulgación. Chocó, el departamento colombiano con más biodiversidad y la cantidad más grande de recursos naturales, fue donde se registraron más desplazados entre 1997 y 2007, ocasionado principalmente por el conflicto armado. En el desplazamiento de chocoanos se convergen muchos factores, pero habría que señalar que en Chocó pululan grupos paramilitares, financiados tanto por los capitales de algunas empresas multinacionales como por los capitales de ciertos terratenientes colombianos, que a cambio de dinero desplazan a colectividades humanas para apropiarse de sus terrenos y sembrar monocultivos altamente rentables. Eso es la realidad de muchos colombianos que habitan zonas en conflicto, cuya situación correría el riesgo de tornarse aun más belicosa si se ratificara el TLC. 


Habiendo tantos recursos naturales, es verderamente lamentable la dejadez del gobierno frente a las penalidades que afrontan los chocoanos. La falta de disposición del gobierno para invertir en la infraestructura precaria del departamento, en su sistema educativo deficiente y en la atención médica atrasada que se les brinda a los lugareños con capitales generados con la extracción de recursos naturales chocoanos, pone de relieve la desfachatez y la avaricia descomedida de los dirigentes del país para lucrar a expensas de la dignidad de sus constituyentes más olvidados. Me produce malestar el que las repercusiones nefastas que tendría la implementación del TLC en el Chocó no se hayan tocado, lo cual invisibiliza a los chocoanos y desconoce sus derechos. 


En resumidas cuentas, Colombia no tiene porqué alegrarse por la derrota demócrata del pasado martes. Aun con el control republicano de la Cámara y una debilitada mayoría demócrata en el Senado, el avance del TLC con Colombia no está garantizado. Si bien es cierto que uno de los factores que más obstaculiza su aprobación ha sido el dominio demócrata en el Congreso, votar a su favor les puede costar caro a los republicanos, pues no sólo fragmenta al electorado, cuya oposición al libre comercio ha crecido a raíz del desempleo y el déficit comercial, sino que el propio Tea Party, cuyo peso en Washington no puede ignorarse, tampoco lo respalda.

viernes, 22 de octubre de 2010

Los bogas de Colombia (pt. 1)

  
La investigación que me he propuesto a adelantar me ha deparado innumerables oportunidades para analizar las estrategias de las que se valió la élite colombiana para invisibilizar a los afrocolombianos. A diferencia de otros sujetos negros, mulatos y zambos invisibilizados en los textos oficiales de la Colonia y en los relatos históricos y literarios de la nación durante la segunda mitad del siglo XIX, los bogas fueron recurrentemente visibilizados: decenas de viajeros dejaron plasmadas en cartas, relatos e informes imágenes de sus cuerpos, sus formas de hablar, su trabajo y sus cantos. Esto no quiere decir, sin embargo, que reconstruir el pasado de los bogas sea una tarea fácil. Muchas de las fuentes que nos revelan algo de su vida son huellas construidas no por ellos mismos, sino por personajes ajenos a su realidad; son imágenes mediadas por la mirada de letrados, moldeadas por sus códigos estéticos y morales, por sus nociones de la naturaleza y la cultura, la civilización y la "barbarie." 

El boga era admirado por su fuerza física y su cuerpo no dejaba de despertar cierta fascinación, cierto deseo por su exacerbada corporalidad y su figura atlética, aunque velado por el recato del letrado: "...un boga tenía cada cada brazo como el de una ceiba, el pecho de ancho de una piedra de lavar ropa, cada mano como un oso y la voz como el ronquito de un toro," decía el escritor y ex gobernador cartagenero Manuel Madiedo. El cuerpo del boga atraía con cierta distancia al letrado civilizado y cortés por su falta de maneras, de recato y su exagerada animalidad (Samper 1861). Si bien el boga era apreciado por ser motor del país, en términos generales era juzgado como reflejo de atraso, en medio de los ideales de progreso y prosperidad material y moral. A mediados de siglo el boga y sus champanes comenzaban a ser vistos como rezagos del pasado frente a los poderosos y modernos buques de vapor.


    
El papel importantísimo que desempeñaron los bogas en la circulación fluvial de bienes y personas no debiera ser minimizado. José María Samper, un intelectual bogotano del siglo XIX a morir, señalaba en 1867 que el trabajo de los zambos y los mulatos colombianos era un factor indispensable para el comercio de la nación: "El hombre de las tierras altas no puede vivir sin pedirle sus productos al mestizo y al mulato de las tierras medianas y los valles profundos," afirmaba Samper "y tanto unos como los otros obtienen el concurso comercial del zambo y el mulato de las costas, sin los cuales no habría navegación ni tráfico ninguno." Este autor, no un gran simpatizante de los bogas; los describía como seres "salvajes" e "insolentes," pero a pesar de la poca admiración que les guardaba, reconocía la importancia de su labor: sabía que ellos de dependía el transporte de viajeros como él y el intercambio de bienes entre las distintas regiones del país; sabía que, en la segunda mitad del siglo XIX, los bogas eran agentes imprescindibles del funcionamiento económico de la nación.


Aunque los bogas al que nos referimos siempre han sido caracterizados por ser afrodescendientes, en los siglos XVI y XVII los bogas habían sido hombres indígenas, colocados en el oficio por encomenderos que habían encontrado provecho comercial en la experiencia navegante y pesquera de las sociedades nativas. La boga de los indios, sin embargo, había sido categóricamente prohibida por la Corona Española, cuando a finales del siglo XVI se estableció que el arduo trabajo del remaje había traído nefastas consecuencias para la salud, la vida y el alma de los indios, y se determinó que éstos debían ser reemplazados por grupos de esclavos negros, considerados, de acuerdo con las creencias inherentes al sistema esclavista, más fuertes y resistentes para las labores físicas. Durante un "tiempo de aprendizaje," aprovechando por los encomenderos para demorar el cumplimiento de las órdenes de la Corona, los esclavos habían aprendido las técnicas de la boga de los remeros indígenas, de manera que, según Aníbal Noguera, para finales del siglo XVII "la tripulación formada por nativos y negros había terminado definitivamente en manos de los africanos."

   
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, se había ido presentando además un proceso importante en los poblados a lo largo del río Magdalena: un proceso de mestizaje, que en estos territorios podría ser acertadamente llamado "zambaje." De la unión entre hombres negros y mujeres indígenas, unión recurrente según los viajeros de los siglos XVIII y XIX, habían surgido en el Magdalena poblaciones de personas zambas, que, gracias al vientre libre de sus madres, habían nacido libres también. Para los siglos XVIII y XIX, los zambos libres eran los protagonistas de la boga en el río Magdalena. Junto a ellos remaban también negros y mulatos que o bien habían sido libres desde su nacimiento o bien eran ex esclavos liberados mediante algún mecanismo de manumisión. Así, cabe resaltar que el transporte y el comercio por la gran arteria fluvial era, muchas décadas antes de la abolición de la esclavitud, un trabajo realizado por hombres libres; un trabajo arduo, con múltiples riesgos y dificultades, pero con unas reglas laborales y sociales muy distintas a aquellas que funcionaban en el sistema esclavista de amos-dueños, esclavos-objeto.

domingo, 17 de octubre de 2010

Carta de Javier Giraldo, S.J., a John Dear, S. J.,

A propósito de la invitación de John Dear al expresidente Álvaro Uribe como "emerito catedrático" Lunes 6 de septiembre de 2010, por Javier Giraldo M. , S.J. 
(Carta de Javier Giraldo, S.J., a John Dear, S. J., sacerdote estadounidense que ha recorrido muchas zonas de guerra del mundo como activista de la paz y ha sufrido cárcel por oponerse a las políticas criminales de su país. Ha publicado libros sobre espiritualidad cristiana de la paz y visitado varias regiones de Colombia). 

Estimado y recordado John: 

Recibe un fraterno y cariñoso saludo. 

Te escribo muy preocupado por el hecho de que en nuestra universidad jesuita de Georgetown hayan vinculado como docente al Presidente saliente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez. No ceso de recibir mensajes de personas y grupos que sufrieron enormemente durante su gobierno, que reclaman y cuestionan la actitud de nuestra Compañía o su falta de discernimiento ético al tomar este tipo de decisiones.

Es posible que las directivas de Georgetown hayan recibido conceptos positivos de colombianos de altas posiciones económicas o políticas, pero es difícil que ignoren al menos las profundas controversias éticas que levantó su gobierno y los cuestionamientos y sanciones que recibió de muchos organismos internacionales que tratan de proteger la dignidad humana. El sólo hecho de que durante su carrera política, desde que era Gobernador del Departamento de Antioquia (1995-1997) hubiera fundado y protegido tantos grupos paramilitares, llamados eufemísticamente “Convivir”, que asesinaron y desaparecieron a millares de personas y desplazaron multitudes cometiendo otras muchas atrocidades, ya implica una exigencia de censura ética para encomendarle cualquier responsabilidad en el futuro. Pero no sólo continuó patrocinando esos grupos paramilitares sino que los mantuvo y los complementó con un nuevo modelo de paramilitarismo legalizado, como son las redes de informantes, las redes de cooperantes y el nuevo tipo de empresas de seguridad privada que involucran a varios millones de civiles en actividades militares relacionadas con el conflicto armado interno, mientras le mentía a la comunidad internacional con una falsa desactivación de los paramilitares.

Además, fue escandalosa durante su gobierno la práctica de los “falsos positivos” consistente en asesinar civiles, principalmente campesinos, y después de muertos vestirlos de combatientes para justificar su muerte. Con ello pretendía mostrar victorias militares falsas sobre los rebeldes y eliminar a los activistas de los movimientos sociales que buscan justicia.

La corrupción durante su gobierno fue más que escandalosa, no sólo por la presencia de narcotraficantes en los puestos públicos sino porque el Congreso y muchos cargos de gobierno fueron ocupados por delincuentes. Hoy hay más de cien congresistas en procesos criminales, todos ellos del entorno electoral más cercano del Presidente Uribe.

Fue escandalosa la compra de conciencias para manipular los aparatos de justicia, lo que terminó destruyendo, en niveles muy profundos, la conciencia moral del país.

También fue escandalosa la corrupción con que sus ministros más cercanos manejaron la política agraria para favorecer a los más ricos con los dineros públicos, mientras impedía y estigmatizaba los proyectos sociales.

La corrupción de sus hijos, para enriquecerse a costa de ventajas de poder, escandalizó en su momento a toda la nación.

También utilizó el organismo de seguridad que estaba directamente bajo su control (el Departamento Administrativo de Seguridad) para espiar mediante controles telefónicos clandestinos, a las Cortes de Justicia, a los políticos de la oposición, a los movimientos sociales y de derechos humanos.

Fueron en extremo escandalosos los mecanismos corruptos de los cuales se valió para lograr su reelección a la Presidencia en 2006, lo cual ha llevado a ministros y colaboradores cercanos suyos ad portas de la cárcel.

El manejo que hizo de coordinación entre el Ejército y los grupos paramilitares llevó a que durante su período se produjeran 14.000 ejecuciones extrajudiciales. Sus estrategias de impunidad para quienes desde el Estado o el Paraestado perpetraron crímenes de lesa humanidad, pasarán a la historia por su atrevimiento.

La decisión de los jesuitas de Georgetown de ofrecerle una cátedra a Álvaro Uribe, no sólo ofende profundamente a los colombianos que aún conservan principios éticos sino que pone en alto riesgo la formación ética de los jóvenes que acuden a nuestra universidad en Washington.

¿Dónde queda la ética de la Compañía de Jesús?

Te escribo estas líneas porque estoy seguro que tú compartes nuestras preocupaciones y quizás podrás hacerlas llegar a los jesuitas de Georgetown y a otros círculos de opinión en tu entorno de simpatizantes por la justicia.

Recibe un fuerte abrazo.

Javier Giraldo Moreno, S. J.

Georgetown: Uribe y sus jesuitas



El primer día de clase del ex presidente Álvaro Uribe Vélez como "Educador Distinguido en la práctica del liderazgo global" de Georgetown University estuvo precedido de cierto secretismo y polémica. Desde el 9 de septiembre, el controvertido ex primer mandatario colombiano se estrena como un conferencista laureado con honores dentro de los claustros de la institución pedagógica católica para estudios superiores más antigua de los Estados Unidos.

En su intervención, en un inglés rústico y ante una treintena de estudiantes, Uribe destacó la importancia del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos para su país, pero no trascendieron detalles del contenido de la clase, celebrada a puerta cerrada y, al finalizar su comparecencia, el ex mandatario no hizo declaraciones a los medios de comunicación.

En el exterior, por segundo día, un grupo de estudiantes -una treintena, de acuerdo con la agencia de noticias EFE- protestó contra su presencia en esa institución académica. Los manifestantes estaban convocados por la "Coalición Adiós Uribe", que agrupa a varias organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y asociaciones estudiantiles. "Intentamos educar a la comunidad universitaria sobre quién es el verdadero Uribe ya que la universidad decidió su nombramiento sin ninguna consulta", le dijo a BBC Mundo Nico Udu-Gama, miembro de la Coalición Adiós Uribe. Durante la conferencia del ex presidente, una activista de la organización intentó preguntarle sobre algunas cuestiones polémicas de sus mandatos. "Una compañera le cuestionó sobre los falsos positivos. Él se limitó a decir que eso son mentiras y no quiso entrar en el debate", apuntó Udu-Gama.


Un grupo de unos 80 profesores de prestigiosas universidades de EE.UU.reclamó a la Universidad de Georgetown que remueva al ex presidente Álvaro Uribe de su cargo de "académico distinguido" por considerarlo "una afrenta". Según se filtró a los medios estadounidenses, los académicos dirigieron una carta al rector de la universidad, John J. DeGioia, en la que destacan los problemas registrados en el área de derechos humanos durante el mandato de Uribe (2002-2010). "Esperamos que usted reconsidere su decisión de acoger a Álvaro Uribe en Georgetown, a la luz de las preocupaciones" recogidas en la misiva, indicaron.

La presencia de Uribe en el centro educativo con sede en Washington es "una afrenta a los académicos y a su misión educativa" en Georgetown, puntualizan los alrededor de 80 firmantes de la carta. Entre los firmantes figuran profesores universitarios y expertos de centros de estudios en todo Estados Unidos, entre éstos Noam Chomsky, del Massachusetts Institute of Technology (MIT), Deborah Poole, de Johns Hopkins University, y Gilbert Joseph, de Yale University.

Los académicos salieron así a respaldar una carta abierta emitida el pasado día 6 por el jesuita colombiano Javier Giraldo, investigador y activista de derechos humanos, para protestar porque Uribe esté dando clases en Georgetown, una Universidad católica regida por jesuitas. En esa carta, enviada al jesuita estadounidense John Dear, el sacerdote colombiano aseguró que "ofende" y "pone en riesgo" la formación ética de los jóvenes el hecho de que Uribe imparta clases en la Facultad del Servicio Exterior de ese prestigioso centro de estudios.


Giraldo, del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), afirmó, entre otras cosas, que "es difícil" que las directivas de Georgetown "ignoren al menos las profundas controversias éticas que levantó su Gobierno  y los requerimientos y sanciones que recibió de muchos organismos internacionales que tratan de proteger la dignidad humana." El prelado lo acusó de haber "fundado y protegido" a grupos paramilitares que "asesinaron y e hicieron desaparecer a millares de personas" en los últimos años en Colombia, y calificó de "escandalosa" la práctica de los "falsos positivos" durante su mandato.

El presidente, Juan Manuel Santos, terció en el debate y rechazó la carta en la que los catedráticos estadounidenses, molestos ante el nombramiento de Uribe, le piden a la Universidad Georgetown revocar al ex mandatario colombiano Álvaro Uribe su cargo de “académico distinguido.” Santos se referió a ellos en duros términos, tachándolos de pseudointelectuales. “Quisiera aprovechar esta oportunidad para rechazar a estos 48 pseudointelectuales que enviaron una carta a la universidad donde el (ex) presidente Uribe está dictando clase, diciendo que no es digno (...) de ser profesor (...)”, señaló Santos a periodistas en un acto público en Yumbo, Valle del Cauca. El mandatario agregó: “¡aquí en nuestro país respetamos y queremos al presidente Uribe!” y remarcó que durante el Gobierno de Uribe, de dos periodos (2002-2006 y 2006-2010), se devolvió a los colombianos “la fe en el futuro.”


Sin embargo, Uribe también ha recibido muestras de apoyo y de conmiseración. "Que se sepa que en Georgetown hay mucha gente que no solo estamos agradecidos con el presidente sino que estamos muy orgullosos de que esté acá", dijo el estudiante colombiano Orlando Ardila, en segundo año de la Facultad de Negocios, en declaraciones recogidas por la agencia de noticias EFE. El ex presidente colombiano fue nombrado docente de esta universidad católica el pasado agosto y se espera que participe en seminarios y otras actividades académicas en la Escuela de Diplomacia Edmund A. Walsh. "Uribe aportará una perspectiva única a las discusiones sobre asuntos internacionales en Georgetown. Nos complace que nos haya elegido como lugar donde compartir su conocimiento", aseguró Carol Lancaster, decana de la escuela, en el momento del nombramiento de Uribe el pasado agosto.

El ex mandatario colombiano gobernó en ese país entre 2002 y 2010. El pasado 7 de agosto entregó el mando a Juan Manuel Santos.

Mi opinión (ALGUNAS PARTES TOMADAS DE ELTIEMPO.COM)

No me molesta ni me indigna que el rector de Georgetown University, John J. DeGioia, le haya convidado a Uribe a dar charlas en calidad de "académico distinguido." Las universidades están investidas con el derecho de invitar no sólo a líderes que cambiaron a sus países con actos de gobierno; deben escuchar también a aquéllos que contribuyeron a su progreso material en medio de un alarmante retroceso ético. De esto consta la universalidad de pensamiento. 


No obstante, no les resto valor a las razones éticas y política que presentaron notables intelectuales de Colombia y Estados Unidos al rechazar la presencia de Uribe Vélez en dicha univesidad. Vuelvo a repetir (pleonasmo) que la Universidad es el escenario del pensamiento libre. Y esto incluye el pensamiento de aquéllos que condicionaron la "libertad" a sus ambiciones de poder, pervirtiendo la idea de gobierno con el cinismo del todo vale y el sentido de la democracia con la imposición del miedo colectivo.

No coincido en los argumentos según los cuales a Uribe no debía habérsele invitado. Total, invitó al pelmazo de José María Aznar. Creo, en cambio, que la censura es contraria al debate académico, debate que el mismo Uribe, siendo presidente, satanizó continua y agresivamente, reservándose la razón para él y señalando a los opositores de su gobierno como cómplices de los terroristas. 

Por una ironía desconcertante, el presidente que más despreció al mundo académico de su país es premiado con una cátedra universitaria. Pero la democracia gana más permitiéndole hablar que censurándolo. Y ganaría mucho más si DeGioia invitara a un contradictor del profesor Uribe al mismo escenario.


Si le damos la razón al asesor más incondicional que rodeó a Uribe, el ex presidente es "una inteligencia superior" y el autor de un importante cuerpo de doctrina. Debió de ser esto lo que llamó la atención del Sr. DeGioia. Lástima que no haya pedido antes un concepto al padre Francisco de Roux, sacerdote jesuita calumniado miserablemente por un ex ministro de Uribe.

Es una pena que la de Uribe sea una cátedra sin derecho a réplica. Nadie estará allí para recordarle lo que hizo para poner en práctica su doctrina, una versión tropical de la defendida por George W. Bush. No habrá nadie que recuerde los delitos, no digamos cometidos por el profesor, pero sí por funcionarios del equipo de gobierno que lo rodeó y que aún sigue siendo investigado y juzgado.

Las acciones delictivas que beneficiaron al ahora profesor Álvaro Uribe no harán parte de la bibliografía secundaria que probablemente ofrezca a sus alumnos. No figuran en ningún grupo de investigación de Colciencias. Los llamados 'falsos positivos', por ejemplo, serán una vil maniobra de las conspiraciones fraguadas en su contra por los "terroristas", lo mismo que las 'chuzadas' del DAS contra magistrados y oposición y una reelección fraudulenta.

Los fallos de la Corte Suprema y la Fiscalía contra políticos que dieron mayoría a sus dos gobiernos no figurarán en la agenda académica del conferencista. La cátedra de Uribe es, pues, una cátedra incompleta. Si habla de los logros de sus gobiernos en el sector agrícola, no hablará de la contrarreforma agraria que consolidó el 'narcoparalatifundio' de hoy.


Pese a todo esto, no creo que la presencia de Uribe en la Georgetown University sea "una afrenta a los académicos y a su misión educativa". Es, a lo sumo, el paso fugaz por la Academia de un político experimentado y carismático, infatigable y temerario, muy popular y profundamente cuestionado. Pero la Universidad no cambia su esencia con estas visitas. Desgraciadamente, no cambia tampoco el talante de los profesores invitados.

Óscar Collazos,
Universidad de Tolima

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Un país sin Piedad



La prensa colombiana no deja de anonadarme. El fallo del Procurador Alejandro Ordóñez de remover a la senadora Piedad Córdoba de sus funciones políticas me dejó prácticamente patidifuso, pero dada la tarea que a ella le tocó realizar, no me sorprende la actuación de quienes se proponen contrarrestar la oposición al gobierno oficialista. Por haber "promocionado y colaborado" con las Farc, la Procuraduría destituyó e inhabilitó por 18 años para el ejercicio de cargos públicos a Córdoba y le pidió a la Corte Suprema indagar si también tuvo responsabilidad en delitos de lesa humanidad cometidos por esa guerrilla.

Según el Procurador, Alejandro Ordóñez, se está utilizando el mismo precedente jurídico que los magistrados de la Corte están aplicando a los congresistas condenados por "parapolítica." La Corte Suprema en sus decisiones ha considerado que los 'parapolíticos' también son responsables de los crímenes con los que se asociaron. Esta misma situación se traslada a la senadora Córdoba por la supuesta relación que tuvo con las Farc y por la que ella puede ser presuntamente responsable de los crímenes atribuidos a la guerrilla como secuestros y crímenes. El Procurador se había abstenido de dar mayores detalles de la decisión para no quedar impedido frente a una eventual impugnación del fallo, que él tendría que revisar.

Por el cargo principal de "colaborar con las Farc" en el manejo político del intercambio humanitario, la senadora Córdoba fue destituida por la Procuraduría. Según el procurador Ordóñez, la senadora se extralimitó en sus funciones para gestionar las liberaciónes de una docena de secuestrados "canjeables." "La senadora fue destituida por encontrarse demostrado que colaboró y promovió a grupos armados al margen de la Ley", afirmó Ordóñez en la Casa de Nariño. "Ella perderá la curul tan pronto la sanción quede ejecutoriada", agregó.


La investigación tuvo origen en los hallazgos de los medios electrónicos incautados en la Operación Fénix donde fue abatido alias 'Raúl Reyes'. Tras más de un año de investigación, la Procuraduría considera que Córdoba es la 'Teodora Bolívar' que aparece en decenas de los correos electrónicos hallados en el computador de 'Raúl Reyes', el abatido 'canciller de esa guerrilla'. Y señala que los contactos ilegales incluso habrían seguido hasta el año pasado, basada en interceptaciones a la guerrilla.

En los correos se logró establecer que el cruce de documentos entre el grupo guerrillero y la senadora en los que se identificó con los alias de Teodora, Teodora de Bolívar, la Negra y la Negrita, la parlamentaria se extralimitó en sus funciones así como en la autorización dada por el Gobierno para gestionar el intercambio humanitario", dijo el Ministerio Público. Los correos firmados por 'Teodora' fueron confrontados con los viajes de la senadora y sus pronunciamientos públicos. Así, se confirmó que los mensajes, que hablaban de citas con el gobierno de Venezuela en Caracas y de un viaje a Washington correspondieron con lo que hizo Córdoba en octubre del 2007.


La Procuraduría también agregó que la senadora Piedad Córdoba "instruyó y solicitó a las Farc que suministraran pruebas de vida de los secuestrados con el fin de favorecer a gobiernos de otros países. Así mismo, efectuó declaraciones en diferentes actos públicos en los que ejerció actos de promoción con el fin de favorecer los intereses del grupo subversivo."

Mi opinión:

Lamento muchísimo la decisión del Procurador y espero que la senadora Piedad Córdoba, a través de su apoderado, pueda hacer uso del debido proceso que le permita aclarar sus actuaciones dentro de esta investigación disciplinaria, pues las gestiones humanitarias de liberación de secuestrados contaban con la plena autorización del Gobierno de ese entonces y el respaldo del Partido Liberal. Comparto con Ernesto Samper mi preocupación de que quienes promueven las gestiones humanitarias sean vistos como gestores de actos criminales.

Su actuar ético en todo momento ha estado en consonancia con el artículo 22 de la Constitución Política, según el cual la paz es un deber y un derecho y de obligatorio cumplimiento. Es sumamente alarmante que a una congresista, cuya intermediación ha facilitado la puesta en libertad de una docena de rehenes de las FARC, le agradezcan así. Dicho sea de paso, el derecho de disentir y oponerse a lo que uno considera novico para el país sigue siendo algo atropellado y estigmatizado. ¿Cómo es posible que en Colombia se castiguen los desencuentros de pareceres con el escarnio público? Piedad Córdoba, a través de todos sus actos públicos, ha demostrado de la forma más inequívoca que lo único que le interesa es la pacificación de Colombia y, sobretodo, la pronta liberación de los que siguen siendo mantenidos en cautiverio por las Farc.


Si bien el Procurador Ordóñez le haya acusado a Piedad de extralimitarse en sus funciones mediáticas yo diría que él se extralimitó en las suyas por haber sobrevalorado estas "evidencias" demasiado temprano. Todavía falta ver si esas comunicaciones son para auxiliar a la guerrilla o son verdaderas gestiones humanitarias. Todavía el público no sabe de qué se trata en realidad y los que han urdido este contubernio para defenestrarla se han precipitado en ejecutar su funesta conspiración.

Igualmente nos toca averiguar si el gobierno anterior venía fabricando pruebas falsas para poder quitársela del camino, puesto que se ha caracterizado por su temperamiento contestatario e iconoclasta, lo cual la ha convertido en blanco de muchos infundios y calumnias sin "respaldo probatorio, mérito jurídico alguno y menos aún valor moral y ético." Cuando salgan a la luz las supuestas pruebas, se verá hasta dónde han llegado los largos brazos de pulpo del gobierno actual y del anterior o en caso contrario (lo cual destimo), hasta dónde habra llegado la destituida senadora Piedad Cordoba.

No es entendible para mí como un Procurador, que se supone debe el dechado de la imparcialidad y garante del respeto a los derechos de todos los ciudadanos, se ensañe contra esta congresista que ha convertido el acuerdo humanitario en estandarte de lucha y su razón de existir. Mejor investigue a Andrés Felipe Arias por su tenebrosa participación en el escándalo de Agro Ingreso Seguro, quien justo un día después de haber comparecido ante la Fiscalía para exponer su versión de los hechos, fue designado como el embajador de Italia por el gobierno de Juan Manuel Santos. ¿Cómo es posible que a un funcionario que había permitido la desviación del dinero destinado al fortalecimiento del ámbito agrario a la clase dirigente costeña le premien con un cargo de eminencia cuando aún está incurso en un proceso jurídico? ¿Cómo es posible que a una congresista que ha luchado incansablemente, a brazo partido, por la cesación del conflicto armado y la realización de los beneficios del canje humanitario sea ultrajada y vilipendiada de la forma más soez y chabacana?


Que el señor Procurador le investigue a Arias y a otros que ya están siendo encausados por haber conculcado su deber de representar honradamente al pueblo y deje tranquilos que los que propenden por la paz. Esto pone de manifiesto lo energético que es el Procurador Ordóñez en castigar a los opositores y ex amigos del ex presidente Uribe pero una mano blanda para no fallar contra todos sus compinches, así existan pruebas contundentes que los criminilicen.

¿Será que los políticos corruptos se han quitado una piedra del zapato para seguir distribuyéndose este país a su antojo? ¿Será que lo único en que metió la pata Piedad fue defender una causa indefendible, la de abogar por una salida negociada al conflicto, una causa cada vez más polarizante e impopular? El fallo de ayer deja ver un gran afán por desprestigiar y afianzar lo que tiempo atrás se había tejido, un gran amarre jurídico para acallar una de las voces críticas e impugnadoras de la oposición. Lo de Piedad Córdoba es una muestra del mucho cuidado que se debe tener para adelantar acciones de paz en un país donde muchos viven escépticos de que ésta se pueda lograr, cuando la paz tiene enemigos en todos los sectores y mucho más cuando ésta es tomada como protagonista para crear espectacularidad.

martes, 28 de septiembre de 2010

Los efectos largoplacistas del desmoronamiento de las Farc



Recientemente Colombia ha estado dando mucho de qué hablar. Cada vez más los principales noticieros de este país me convencen de que en el oficio periodístico priman el sensacionalismo y se preconizan lo amarillista. Ver los noticieros de Colombia a menudo me da la sensación de que estoy viendo una telenovela melodramática con todos los ribetes empalagosos y arandelas afectadas que eso conlleva.  
Antes que nada, quisiera encomiar a las Fuerzas Armadas por el contundente ataque contra el Bloque Oriental de las Farc, que acabó con la vida del comandante guerrillero Jorge Briceño Suárez, alias ‘el mono Jojoy’ y varios hombres de su anillo de seguridad. Tales acciones ponen a esa organización insurgente en un escenario de fragmentación y desbandada y es claro que, hoy por hoy, las Farc se encuentra cada vez más desvertebrada militar e ideológicamente. Es apenas la sombra de lo que fue durante los años 90 y 80.  

Poco a poco, y a través de una envolvente estrategia bélica aplicada en terreno, acompañada de una efectiva propaganda dirigida a los guerrilleros para que se desmovilicen y de la utilización de éstos como fuente de información, las fuerzas de seguridad del Estado han ido socavando la integridad organizacional de las Farc a través de certeras acciones asestadas a sus comandantes. La importancia del golpe contra alias ‘el mono Jojoy’ se centra justamente en esa estrategia: matar la culebra por la cabeza para que, poco a poco, su cuerpo se deje de mover.  


Eliminar a los mandos superiores tiene efectos significativos, tanto psicológicos como físicos, en sus subalternos. Podrían preverse varias reacciones: reyertas internas por el poder, deserciones masivas o la transformación de conductas insurgentes por acciones criminales despolitizadas ligadas a la codicia personal. Sin duda alguna, todas ellas conducen a una fragmentación de la unidad guerrillera, a una atomización de su centro de poder y a una pérdida de articulación y, por lo tanto, de movimiento.

Aunque felicito al gobierno de la forma más enfática por este triunfo, que seguramente será sólo uno de muchos triunfos obtenidos bajo la administración de Santos, quisiera arrojar luz sobre algo que tal vez no haya salido a la palestra mucho en los debates sobre los alcances que podría implicar el paulatino desmoronamiento de las Farc. Tal parece que no hemos aprendido del caso de la desmovilización de los paramilitares. Juan Diego Restrepo, columnista de Semana, plantea una pregunta bien juiciosa. ¿Está realmente el país preparado para una eventual fragmentación de las Farc que lleve a muchos de esos guerrilleros a reacomodarse en pequeñas células armadas regionales, desligadas del Secretariado, independientes y autónomas, que generen inseguridad en los campos y las ciudades a través de prácticas criminales ajenas a la confrontación armada contra el Estado?

La experiencia internacional ha demostrado que aquellos países que soportaron durante años guerras civiles y lograron superar esa etapa a través de acuerdos de paz no estaban preparados para absorber de manera eficaz esos ejércitos que salieron de las selvas sin más herramientas que un fusil y sin otros conocimientos que el de armar la guerra. Ejemplos como los de El Salvador y Guatemala, para citar los más cercanos, pueden ser referentes claros. Los acuerdos de paz alcanzados en estos países luego de varios años de confrontación bélica interna no alcanzaron a desactivar la cultura de la violencia que tenían los cientos de guerrilleros que dejaron las armas y hoy están inmersos en una crisis de seguridad ciudadana que está afectando perjudicialmente los logros democráticos de ambas naciones.


Ni los gobiernos centroamericanos, ni la dirigencia guerrillera ni la sociedad previeron la peligrosa combinación de la disponibilidad de armas que quedaban después de la guerra y el incumplimiento de las expectativas generadas en los acuerdos. Una vez evidenciado el fracaso de los procesos surgió una delincuencia mucho más agresiva, ligada a fenómenos criminales subregionales, que se ha convertido, incluso, en un factor de inestabilidad para la región.

En Colombia, la experiencia que dejó el proceso de desarme, desmovilización y reinserción con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) es también un ejemplo concreto de falta de perspectiva sobre el futuro de esos acuerdos y del desconocimiento que tenía el Gobierno Nacional de la capacidad de esas estructuras para reorganizarse y mutar sus comportamientos criminales. Hoy esa una hidra de mil cabezas que recorre el país.
Para que esto no vuelva a suceder aquí en Colombia se requerirán el fortalecimiento del aparato judicial, la reducción de los altos niveles de impunidad, la profesionalización de las Fuerzas Armadas en operaciones urbanas y la depuración de las instituciones para reducir al máximo los niveles de corrupción y afectación de fondo del tráfico de estupefacientes.

También se requieren acciones de fondo en temas vitales para el futuro del país como lograr mayor estabilidad económica, alcanzar una efectiva y equitativa redistribución de la riqueza, disminuir drásticamente el desempleo, ofrecer alternativas de formación profesional y expandir los espacios de participación política.

De lo contario, puede que se fragmente la unidad de las Farc y hasta se le derrote finalmente en el terreno militar y político, pero si se mantienen los actuales problemas sociales y económicos, el país deberá tener claro que ello no significará el fin de la violencia, ni en áreas rurales ni urbanas, por el contrario, derivará en un mayor recrudecimiento de la criminalidad. Si nos ponemos a analizar los orígenes de la Farc, es claro que lo que los radicalizó y llevó a armarse fueron factores sociales que no fueron resueltos en su debido momento como una reforma agraria y el acceso igualitario a las oportunidades.


Otra pregunta que me ha estado asediando mucho estos días es qué pasará con las Fuerzas Armadas cuando cesen por fin los encuentros bélicos entre el Estado y los grupos insurgentes. A los estadounidenses se nos ha acusado precisamente de fomentar la guerra para sustentar a nuestras Fuerzas Armadas, pues el Ejército es uno de los poquísimos ámbitos profesionales que rara vez sufren recortes de empleados. Se argumenta que una de las razones que llevaron a perpetuar la guerra en el Medio Oeste fue para no tener que despedir a miles de soldados, lo cual sería un acto inverecundo y casi impensable en una cultura donde se les venera a los uniformados.

Si los dirigentes políticos no se dejan obnubilar por las luces del triunfalismo bélico, tendrán la lucidez suficiente para pensar bien las cosas y planificar de forma sensata la desintegración de los grupos armados acompañada de la eficaz integración y capacitación vocacional de sus desmovilizados.