RENUNCIA DE RESPONSABILIDAD : Las opiniones aquí expresadas pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Departamento del Estado de los EEUU, el Programa Fulbright, la Comisión Fulbright de Colombia, el Instituto de Estudios Internacionales (IIE) o la Universidad de los Andes. Léase todo con comprensión. Atentamente, Gabriel-Josué Hurst

miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿El castigo a Obama? (pt. 1)


Una cosa que me ha tenido consternado estos días ha sido sido la actual situación del Partido Demócrata en los EEUU y el derrotero fallido por el que nos estamos encaminando como una nación. Encuentro altamente preocupante el que el Partido Republicano haya arrebatado el control de la Cámara de Representantes a los demócratas y haya menoscabado la hegemonía que ostentábamos en el Senado. La nueva composición del Congreso estadounidense presagia un bloqueo político que podría paralizar las reformas del presidente Barack Obama. Aquel que será el presidente de la Cámara Baja, John Boehner, ha prometido en repetidas ocasiones que hará lo imposible y empeñará toda la legislatura para que Obama no salga reelegido. 


En los análisis y lecturas que se hicieron al día siguiente de las elecciones de mitad de período en Estados Unidos, la mayoría coincide en expresar temor que el resultado vaya a implicar una "tranca" en Washington por la imposibilidad de lograr consensos y una profundización de la polarización política. De acuerdo con los comentarios emitidos por Larry Sabato, politólogo de la Universidad de Virginia, el Congreso pasará a ser conformado por menos republicanos moderados y menos demócratas centristas, lo cual redundará en un ambiente enrarecido por la intransigencia y la radicalidad bipartidista. Aunque Obama haya expresado su deseo de transar y buscar puntos de mutuo entendimiento, me intranquiliza el que Obama no haya dado a conocer en términos inequívocos la manera en que la Casa Blanca hará frente al, o valiéndome de un colombianismo, "bregará" con el nuevo mapa político. 


A mi juicio, lo sucedido en las urnas no debe resultarnos de extrañeza. Lo acaecido obedece a la tradición que marca que el partido de gobierno suele perder terreno en las elecciones de mitad de período. Aún así, muchos se preguntan cómo es posible que los demócratas de Obama hayamos perdido el impulso avasallador que teníamos hace dos años con la promesa de "cambio." Según Boehner, la gente sí ha expresado su anuencia frente al cambio propuesto por Obama, pero un cambio de curso (rumbo). El consenso de los estadounidenses es que el gobierno no está trabajando por ellos, sino contra ellos, lo cual ha reconocido Obama cuando admitió en una rueda de prensa en la que apareció cariacontecido y visiblemente acongojado que lo que los votantes expresaron a través de las urnas es "lo mismo que escuché durante las giras electoral que hice en las semanas previas", que es "que la gente está frustrada."


La débil recuperación de la economía y su reflejo en el persistente alto desempleo cercano al 10%, estuvieron en la mente de muchos de los votantes, de acuerdo a las consultas hechas a la salida de los centros de votación. El mandatario afirmó que había percibido la firme demanda de los ciudadanos sobre la situación de la economía, "la gente quiere trabajos, salarios y la posibilidad de darle a sus hijos las mismas oportunidades que ellos tuvieron."


La culpa de esa tibia salida de la llamada Gran Recesión del 2007-08, se la endilgaron los votantes al presidente Barack Obama, pese a que los problemas se originaron bajo la administración del republicano George W. Bush. Esto lo tenía presente cuando Obama llegó al poder aupado por una ola de entusiasmo popular como no se recuerda en la historia americana. Si bien, me dejé llevar por el entusiasmo contagioso que se propagaba por el país siempre tenía en mente que los que te ovacionan y alaban hoy, pueden ser los mismos que te crucifican mañana. El caso de Obama demuestra lo volátil que puede ser la opinión ante la gestión de un presidente, especialmente cuando tal gestión está encaminada a rectificar los problemas heredados por la administración anterior. Hablando en plata blanca, lo que salió a relucir fue nuestra corta memoria y el temor que nos embarga al ver que el camino que hemos emprendido hacia la recuperación económica nos ha resultado más pedregoso y empinado lo que al principio imaginamos.


Lo que a mí también me genera preocupación es la forma en que ciertos sectores de la demografía colombiana han aplaudido la imposición de los republicanos en los comicios del pasado martes. Antonio Caño, el corresponsal del Espectador en Washington D.C., felicitó las ganacias de los republicanos y resaltó la noción de que su llegada a la Cámara es promisoria para la ratificación del Tratado de Libre Comercio entre los dos países. Boehner es un defensor del TLC y culpó a los demócrata de "herir los negocios de Estados Unidos y los trabajadores" por enviar al congelador el TLC de Colombia. En una carta en la que reiteró su apoyo a Colombia y deseo de que se promulgue el TLC aseveró que: 

"Estamos de acuerdo con usted en que estos acuerdos comerciales proporcionan nuevas e importantes oportunidades comerciales que benefician a nuestra economía y crean puestos de trabajo sin aumentar cada acuerdo bipartidista sobre este acuerdo este momento."

Más que escandalosas, estas palabras desconocen por completo las paupérrimas condiciones y la deplorable miseria en que vive sumida la mayoría de los colombianos. Reconozco los beneficios que entrañaría la implementación del TLC, pero cuando nos ponemos a analizar quiénes serían los favorecidos de tales beneficios (la clase alta colombiana, y accionistas estadounidenses) caemos en cuenta de que corremos el riesgo de perder más de lo que ganaremos con su promulgación. Chocó, el departamento colombiano con más biodiversidad y la cantidad más grande de recursos naturales, fue donde se registraron más desplazados entre 1997 y 2007, ocasionado principalmente por el conflicto armado. En el desplazamiento de chocoanos se convergen muchos factores, pero habría que señalar que en Chocó pululan grupos paramilitares, financiados tanto por los capitales de algunas empresas multinacionales como por los capitales de ciertos terratenientes colombianos, que a cambio de dinero desplazan a colectividades humanas para apropiarse de sus terrenos y sembrar monocultivos altamente rentables. Eso es la realidad de muchos colombianos que habitan zonas en conflicto, cuya situación correría el riesgo de tornarse aun más belicosa si se ratificara el TLC. 


Habiendo tantos recursos naturales, es verderamente lamentable la dejadez del gobierno frente a las penalidades que afrontan los chocoanos. La falta de disposición del gobierno para invertir en la infraestructura precaria del departamento, en su sistema educativo deficiente y en la atención médica atrasada que se les brinda a los lugareños con capitales generados con la extracción de recursos naturales chocoanos, pone de relieve la desfachatez y la avaricia descomedida de los dirigentes del país para lucrar a expensas de la dignidad de sus constituyentes más olvidados. Me produce malestar el que las repercusiones nefastas que tendría la implementación del TLC en el Chocó no se hayan tocado, lo cual invisibiliza a los chocoanos y desconoce sus derechos. 


En resumidas cuentas, Colombia no tiene porqué alegrarse por la derrota demócrata del pasado martes. Aun con el control republicano de la Cámara y una debilitada mayoría demócrata en el Senado, el avance del TLC con Colombia no está garantizado. Si bien es cierto que uno de los factores que más obstaculiza su aprobación ha sido el dominio demócrata en el Congreso, votar a su favor les puede costar caro a los republicanos, pues no sólo fragmenta al electorado, cuya oposición al libre comercio ha crecido a raíz del desempleo y el déficit comercial, sino que el propio Tea Party, cuyo peso en Washington no puede ignorarse, tampoco lo respalda.

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