No es totalmente inusitado que gobiernos de la región pongan un grito al cielo cuando presidentes de derecha socavan instituciones democráticas, y no protesten cuando gobiernos liderados por dirigentes izquierdistas incurran en las mismas indiscreciones, pero vale destacar que Brasil, Argentina, Colombia y otros países latinoamericanos, mediante su bochornosa aplicación de una innegable doble rasero en aras de salvaguardar sus intereses geopolíticos, han contribuido a generar un clima de "todo vale" en la región. Países que han cohonestado con total complicidad la erosión de la democracia en Nicaragua, Bolivia, Venezuela y Cuba, ahora han salido al unísono a dejar sentada su más enérgica inconformidad a lo que perciben como un atentado golpista que, por ende, ha redundando en la remoción de Lugo de sus funciones presidenciales.
No pretendo justificar la defenestración del ex-presidente paraguayo Lugo que, a todas luces, acusa particularidades altamente cuestionables en cuanto a la celeridad con que se llevó a cabo o el tiempo insuficiente que se le concedió para defenderse, pero la doblez con que siguen actuando países de la región le han dado cabida a este tipo de conductas improcedentes. Pese a que lo ocurrido en Paraguay aún no se haya esclarecido a cabalidad, me parece irrisorio que países como Cuba, que no ha permitido elecciones libres en más de cinco décadas, haya retirado a su embajador de Paraguay bajo el pretexto de la isla "no reconocerá autoridad alguna que no emane del sufragio legítimo y el ejercicio de la soberanía por parte del pueblo paraguayo." Los mismos países que suspendieron del Mercosur a Paraguay, luego de Franco asumiera sus funciones, se han solidarizado con un régimen castrense que reprime de forma inmisericorde a sus disidentes, hasta llegándose a amenazar en reiteradas oportunidades durante la reciente Cumbre de las Américas celebrada en Cartagena con no asistir a futuros cónclaves si Cuba no era invitada.
Los mismos países brillaron por su mutismo sepulcral cuando Hugo Chávez inhabilitó sin debido proceso a más de 270 líderes opositores en las elecciones de gobernación estatales en 2008. Tampoco hubo la más mínima queja cuando Chávez volvió a desconocer la voluntad de los electores venezolanos, cuya mayoría sufragó a favor del candidato opositor Antonio Ledesma como alcalde de Caracas. Luego de que se posesionara Ledesma como prefecto capitalino, Chávez recurrió a la bajeza al minar su autoridad, creando un nuevo cargo por encima del alcalde, restándole así su maniobrabilidad gerencial y mermándole el presupuesto.
Lamentablemente, muchos son los casos en los que se evidencia la pronunciada hipocresía de la región al denunciar de manera ética y transparente casos flagrantes de atropellos a la institucionalidad democrática. A mi juicio, la destitución expedita de Lugo sí amerita la repulsa de la comunidad internacional, pero más indignación nos debe generar la defensa selectiva de Latinoamérica que le ha dado pie a este tipo de irregularidades que, por desgracia, se van repitiendo con demasiada asiduidad.
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