RENUNCIA DE RESPONSABILIDAD : Las opiniones aquí expresadas pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Departamento del Estado de los EEUU, el Programa Fulbright, la Comisión Fulbright de Colombia, el Instituto de Estudios Internacionales (IIE) o la Universidad de los Andes. Léase todo con comprensión. Atentamente, Gabriel-Josué Hurst

martes, 29 de mayo de 2012

Chocó, para pensarlo

 

No sé cuál es peor. Tachar al Chocó de un "bollo perfumado" o sugerir, sin rubor alguno, que no tiene derecho a existir. La mal llamada "solución" que propone el avezado periodista Álvaro García es sintomática de un oprobioso andinocentrismo paternalista que tiene al Pacífico Colombiano sumido en la pauperización. Más allá del inequívoco racismo estructural que acusa tal deleznable propuesta, la "solución" que plantea Álvaro García no sólo no desdice del soez comentario del diputado Rodrigo Mesa sino que lo refuerza.    

 

Tanto el descalificativo que utilizó Mesa para referirse al Chocó como el desmembramiento sugerido por García dejan al descubierto presunciones de orden discriminatorio ancladas en el andinocentrismo y el racismo sistémico, las cuales han sustentado la minusvaloración de grupos minoritarios considerados inferiores, justificando así la vulneración de sus derechos territoriales y el espolio desfachatado de los recursos naturales que les pertenecen en calidad de dueños legítimos. 

 

Al contrario de los efectos benéficos que acarrearía el virtual desmembramiento y volatilización del Chocó, se agudizaría su postración económica y se recrudecería su subdesarrollo, pues el Chocó siempre se ha concebido como una simple despensa de recursos naturales, más o menos inagotables, que deben explotarse y ponerse al servicio del desarrollo nacional, e incluso internacional, a cambio de la miseria y el atraso de sus dueños legítimos. 

 

Genera pesar que tales lineamientos se sigan proponiendo como si fuesen propuestas serias y que no exista la voluntad generalizada por desactivar ideologías de diferenciación étnico-territorial en aras de contrarrestar las desigualdades persistentes que constituyen el fundamento de la pobreza que se ha ensañado de manera inclemente contra el pueblo pacífico-colombiano.

 

¡NO MÁS RACISMO!

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Las declaraciones del ordinario Rodrigo Mesa no tienen justificación alguna. 

 

El mundo ha cambiado su configuración de manera importante en muy poco tiempo. Mi generación ha presenciado cómo han aparecido y desaparecido países, y de qué manera las regiones han mutado para buscar mejores condiciones de vida.

Por ejemplo, en el mundial de fútbol del 74 jugaron dos ‘Alemanias’. Hoy es una sola y se ha consolidado como potencia mundial.

El mapa de Europa es totalmente diferente al que sirvió como elemento de estudio hace algunas décadas.
La Unión Soviética no existe y ahora hay nuevas y pujantes naciones en lo que fue el territorio de una de las dos grandes potencias del siglo XX.

Las dinámicas culturales, políticas y económicas han llevado durante siglos a la composición y recomposición de países e internamente de sus regiones. ¿Por qué no pensar en rediseñar política y administrativamente a Colombia para atender las necesidades de quienes habitan Chocó?

El departamento es un modelo fallido desde lo administrativo e institucional.

En un país que, como Colombia, tiene aún cifras de inequidad, subdesarrollo y violencia de las más altas de la región, Chocó registra niveles de pobreza mucho mayores que los del promedio nacional. Su frágil economía está basada en la minería y la explotación masiva de bosques, arrasando poco a poco con la región más biodiversa del mundo. Esto, sin contar con el crecimiento exponencial de cultivos ilícitos. Solo dos carreteras, peligrosas y en pésimo estado, lo comunican con el resto del país.
El resto es movilización fluvial.

Históricamente, ha albergado tres frentes de las Farc, dos del ELN y, después de la desmovilización de las AUC, ha sido azotado por Los Rastrojos, Las Águilas Negras y narcos de todos los pelajes.

La violencia los ha golpeado de manera inclemente (recordar Bojayá) y de sus tierras ha salido el mayor número de desplazados del país. En los últimos años, Chocó ha registrado cifras terribles: cerca del 80 por ciento de la población registra Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), en comparación con un 27 por ciento del resto del país. Casi el 33 por ciento de la gente está en la miseria.

Chocó es el departamento con menor esperanza de vida al nacer.

Los índices de mortalidad infantil en niños menores de cinco años casi doblan el promedio nacional, al igual que las cifras de mortalidad por IRA y tuberculosis.

La tasa de analfabetismo duplica el promedio del país y la cobertura de agua y alcantarillado es lamentable: solo el 16 por ciento tiene alcantarillado (contra un promedio nacional de 73 por ciento); el 23 por ciento tiene acueducto, frente al 83 por ciento del resto del país.

Todos estos índices de pobreza se dan simultáneamente con la tasa de nacimientos más alta de Colombia.
Como si fuera poco, a la miseria y violencia se suma una clase política que, con contadas excepciones, se ha dedicado a saquear los escasos recursos que hay para los chocoanos.

¿Por qué no pensar en un proceso que concluya con la incorporación de lo que es hoy Chocó a departamentos limítrofes como Antioquia, Risaralda y Valle del Cauca?

Estos tres departamentos, aunque con problemas puntuales, han desarrollado industria, infraestructura y nuevo empresariado, factores de desarrollo ausentes en Chocó.

La lógica indicaría que, como consecuencia de esa fusión, los pobladores de esa región podrían empezar a vivir en un escenario de mayor fortaleza institucional, incorporados a dinámicas administrativas que les darían posibilidades de mejorar en educación, salud, servicios públicos y seguridad.

Para pensarlo, pues esta querida tierra -habitada por gente entrañable- es una especie de cápsula donde el tiempo pasa a otro ritmo.

Mientras el resto del país se alista para el TLC con Estados Unidos, en Chocó buena parte de la población vive en condiciones medievales.

Álvaro García Jiménez
Periodista - Exembajador en Argentina

(Cortesía Portafolio.co)

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