A mí me genera mucha preocupación que existan casos en que los sueños de miles de estudiantes se vean truncados al estar en la mira de los agentes migratorios por su estatus legal tras haberse graduado con honores de prestigiosas universidades. A todos nos estruja el alma ver como se desperdicia el talento de tantos individuos hábiles y capacitados que no atentan contra nuestra integridad nacional ni son los causantes del flagelo que actualmente los azota por ser indocumentados.
Por supuesto me refiero al proyecto de ley denominado el DREAM Act que tuvo una merecida audiencia en el Senado hace dos semanas. En esa coyuntura, el subcomité de asuntos migratorios de la Cámara Alta analizó la ley para el Desarrollo, Alivio y Educación para Menores Extranjeros (DREAM por sus siglas en inglés) que está encaminado a normalizar el estatus civil de miles de sujetos indocumentados con la condición de que hayan emigrado ilegalmente antes de los 16 años y que cumplan al menos dos años en una institución de educación superior o presten servicio militar en las Fuerzas Armadas. El proyecto, presentado por el senador demócrata Dick Durbin, estipula además que los aspirantes deben haber residido en el país por al menos 5 años y carecer de antecedentes penales que amancillen su reputación a la hora de postular a la ciudadanía estadounidense.
A mi juicio, no tiene pies ni cabeza, desde el punto de vista de la aplicación de las leyes, que se deporte a gente joven y talentosa que no podría hacer otra cosa que optimizar nuestra capacidad de competir en el escenario global e invertir en el capital intelectual del país. Aunque es cierto que quizás EEUU no sea su terruño, es decir, la tierra que los vio nacer, este país es su país y a él los unen los indisolubles lazos de la solidaridad y del patriotismo.
No tiene sentido que deportemos a miles de estudiantes indocumentados que fueron criados como estadounidenses, o a otros, incluyendo a muchos provenientes de China, Nigeria y otras partes del mundo, que llegaron al país para estudiar en algunas de las mejores universidades estadounidenses y que, tras obtener títulos universitarios, son enviados de regreso a sus países de procedencia para competer contra nosotros. En eso, nos hemos convertido en nuestros propios enemigos por no implementar estrategias sensatas y constructivas para zanjar el conflicto migratorio en que nos vemos sumidos.
Creo firmemente en que hemos de resolver, de una buena vez, el limbo migratorio en que se encuentran muchísimos individuos que fueron traídos por padres que huían países conflictos convulsionados por conflictos armados o simplemente llegaron al país sin los debidos documentos buscando horizontes más esperanzados en términos económinos para sí mismos y para sus hijos.
Me conmoví al ver la tanda de estudiantes que salió de las sombras con la esperanza de que sus testimonios incidieran en que fuese ratificado el DREAM Act. Al declarar públicamente que son indocumentados, acuciaron al gobierno a que tomase cartas en el asunto y que actuara con inmediatez respecto a su incierta situación migratoria que los expone constantemente a la deportación. El paso de estos jóvenes de admitir que no cuentan con la debida documentación hace parte de una campaña de concientización que busca generar conciencia en EEUU alrededor de la situación en que subsisten decenas de miles de estudiantes que ingresaron al país, traídos por sus progenitores, antes de que alcanzaran la adultez.
Por otro lado, puedo entender desde el punto de vista legal, las críticas que han lanzado muchos conservadores que sostienen que las propuestas de reformas inmigratorias que subsumen caminos a la legalización sí equivalen a un tipo de amnistía que es como recompensar a transgresores de la ley por haber atravesado nuestras fronteras de manera irregular. Nuestra legislación fronteriza e inmigratoria tiene que respetarse y es el deber de cada país hacer que sus leyes se acaten con el debido respeto y que no ingresen sujetos indeseados sin los papeles requeridos. Al contrario, no sólo estaríamos enviando el mensaje equivocado al conculcar nuestro deber de impermeabilizar nuestras fronteras sino que estaríamos anulando nuestras leyes al no hacer que éstas se apliquen de hecho.
Sin embargo, otorgar un estatus legal a individuos que no tuvieron voz ni voto en si eran llevados o no a EEUU no es amnistía en el sentido estricto de la palabra. Si nos ponemos a analizar el significado de la palabra amnistía según la definición que estipula la Real Academia de la Lengua, amnistía denota el olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores. Dicho sea de paso, no se puede amnistiar a quien no ha cometido una infracción.
Lo único que me inquieta de esto es que a unos indocumentados les dé por aprovecharse de este resquicio jurídico para ordeñar el sistema, es decir, manipularlo a su conveniencia para que Estado financie la educación de sus hijos y los ponga en un sendero que los conducirá a la legalización. Esto, a mi modo de ver, tendría un efecto contraproducente al alentar más inmigración ilegal puesto que la propuesta que actualmente se encuentra bajo revisión no contiene elementos de control fronterizo u otras medidas restrictivas.
Tal vez peque de reaccionario pero es de suma importancia que protejamos nuestras fronteras y arreglemos cuando antes el deteriorado sistema migratorio. Comprendo la frustración de los estudiantes que serían favorecidos si se aprobara el DREAM Act y me solidarizo con ellos. Aunque respeto mucho a Obama por haber intensificado sus pedidos para que el Congreso revalide este proyecto de ley, creo que a estas alturas es un gesto vacío electoralista para aplacar la frustración del latino a pesar de que no haya la más remota posibilidad de que tal medida sea aprobada en una Cámara Baja de mayoría republicana, de tinte ultraconservador.
Seamos realistas y aterricemos un momento. Los discursos de Obama exigiendo la aprobación de DREAM Act son una buena estrategia electoral para acapararse de los votos de latinos en los comicios del 2012, pero ante el actual Congreso dominado por republicanos refractarios a todo lo que huela a amnistía, no es una postura netamente honesta. Hay que reconocerlo. Además, me preocupa que Obama esté suscitando, sin desearlo, falsas expectativas entre la comunidad latina dado el ambiente altamente polarizado e intransigente de Washington.
Obama debe ser más consecuente en su trato hacia los latinos y en vez de tenerle tanto miedo a las críticas de los legisladores hispanofóbicos que lo acusan de querer lograr una amnistía general de 11 millones de residentes indocumentados, debería hacer uso de sus poderes discrecionales para otorgar un estatus temporal a ciertas categorías de inmigrantes, como los estudiantes, que podrían aportar a nuestro capital intelectual y fortalecernos como un país. Los que debemos estar expulsando son los inmigrantes con prontuarios criminales, no los que cuentan con las herramientas para vigorizar nuestra competitividad. Aunque Obama ha instado en reiteradas oportunidades a que el Congreso avalara el DREAM Act, que permitiría a esos jóvenes permanecer en el país, no está utilizando sus fueros discrecionales para impedir sus inminentes deportaciones.
Hay razones de sobra para criticar a Obama. Ningún presidente, por más popular e innovador que sea, se salva de la crítica. En futuras entradas, glosaré con lujo de detalles los temas en que me encuentro desilusionado con el desempeño de la actual administración. Por ahora, me limitaré a decir que me desasosiega el silencio de la Casa Blanca ante las draconianas leyes anti-inmigrantes que están promulgando varios estados que socavan la prerrogativa del gobierno federal de legislar en temas migratorios. Mientras Washington claudica, los estados actúan y a la larga esto amenaza con convertirse en la piedra en el zapato de todos ya que podrá haber 50 diferentes formas para regular la inmigración.
Entiendo que Obama debe de estar canalizando sus energías en temas más perentorios como la débil recuperación de la economía, el rampante desempleo, los altos precios del combustible y la intransigencia bipartidista para aumentar nuestra línea crediticia, pero sus promesas deben transmutarse en acciones concretas si desea seguir cautivando el voto latino. Si no actuamos con celeridad, podríamos estar relegando a miles de inmigrantes a las sombras y, peor todavía, poniendo en bandeja de plata a jóvenes habilidosos y competentes para ser consumidos por las pandillas u otras actividades delictivas que se promueven cuando a uno se le cierran las puertas para ascender por las buenas.
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