RENUNCIA DE RESPONSABILIDAD : Las opiniones aquí expresadas pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Departamento del Estado de los EEUU, el Programa Fulbright, la Comisión Fulbright de Colombia, el Instituto de Estudios Internacionales (IIE) o la Universidad de los Andes. Léase todo con comprensión. Atentamente, Gabriel-Josué Hurst

jueves, 28 de julio de 2011

El límite de la deuda, explicado sencillamente


Los tres planes para salvar a EE.UU. de la cesación de pagos

Como señalé en la última entrada, hay una multiplicidad de planes que actualmente están sobre el tapete, los cuales están siendo sopesados por los legisladores de ambos partidos. Todos suponen concesiones de parte de los dos bloques políticos y del propio presidente Obama, pero ninguno tiene la garantía de ser aprobado. BBC Mundo ha presentado un desglose conciso, que estimo conveniente incluir en este espacio, de las principales propuestas, los puntos clave y qué probabilidad de éxito tendrían.

Plan del "Grupo de los Seis"


Quién lo presenta: Un grupo bipartidista de tres senadores republicanos y tres demócratas.

Propuestas clave:
  • Ahorro de US$3,7 billones en 10 años.
  • Reformulación de programas sociales como el Seguro Social y salud pública Medicare y Medicaid
  • Recorte al gasto de la Defensa
  • Recaudo fiscal de US$1, 2 billones a través de la restructuración del Código Impositivo para cerrar las fisuras o lagunas fiscales sin aumentar impuestos.
Aceptación: El presidente Obama reconoce que es un paso positivo sin endosar el plan. El líder republicano en el senado, Lamar Alexander, resalta la importancia de que los tres senadores republicanos en el grupo sean del ala más conservadora.

Obstáculos: El plan fue creado por senadores y la legislación realmente tiene que iniciarse en al Cámara de Representantes. Demócratas liberales se opondrán a los recortes en los programas sociales y los republicanos a la reducción del gasto militar, además de no querer que se toquen los impuestos.

Plan de "Cortes, límites y equilibrio"



Quién lo presenta: Legisladores republicanos recién electos y apoyados por el Tea Party, que buscan reducir el tamaño del gobierno y la creación de nuevos impuestos.

Propuestas clave:
  • Ahorro de US$6 billones en 10 años.
  • Aprobación de una enmienda constitucional en ambas cámaras que requiera presentar un presupuesto balanceado como condición para subir el techo de la deuda.
  • Elevar el techo de la deuda en US$2,4 billones
  • Recortes inmediatos del gasto público de US$111.000 millones
  • Congelar los presupuestos operativos de las agencias federales el año entrante
  • Fuertes restricciones a la posibilidad de aumentar impuestos. Solo se aprobarían con 2/3 de los votos en el Congreso
Probabilidad de éxito: El proyecto fue aprobado en la Cámara Baja siguiendo líneas partidistas.

Obstáculos: Con seguridad será rechazado en el Senado de mayoría demócrata. El presidente Obama advirtió que utilizaría el veto si se aprueba la legislación.

Plan Alternativo o "asegurado"


Quién lo presenta: el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, secundado por el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid.

Propuestas clave:
  • Elevar el techo de la deuda en US$2,4 billones en tres etapas de aquí a noviembre de 2012, fecha de las elecciones presidenciales.
  • Recortes al déficit de US$1,5 billones
  • Cada una de las tres veces que el presidente solicite elevar el techo de la deuda, debe presentar recomendaciones para recortar el gasto en exceso del aumento en el límite de la deuda.
  • Bajo un complejo procedimiento se prevé que, tras cada solicitud, el Congreso emitiría una "resolución de desaprobación" que sería vetada por el presidente. El Congreso, supuestamente, no tendría los votos para anular el veto y la solicitud tendría vía libre a pesar de la oposición de los republicanos y otros conservadores.
Probabilidad de éxito: No se necesitaría el voto a favor de republicanos y otros conservadores para lograr el incremento del nivel de la deuda.

Obstáculos: Las agencias internacionales de calificación de riesgo advierten que los recortes no son suficientes y conducirían a una inevitable degradación de la calificación crediticia de EE.UU.

William Márquez
BBC Mundo, Washington

miércoles, 27 de julio de 2011

Pa' los que estamos en la inmunda por el posible "default" en EE.UU.


Indignación. Ese es el sentimiento que a mí me embarga al presenciar el circo político en que han devenido las negociaciones infructuosas entre republicanos y demócratas que en un principio estaban encaminadas a concretar un acuerdo presupuestario nacional que hubiera planteado la reducción del déficit de US$14,3 billones y hubiera autorizado al gobierno elevar el techo de la deuda.

Para serles franco, esto a mí me tiene "mamado," pues desde hace semanas legisladores de los dos partidos han estado debatiendo largamente la autorización para que la Casa Blanca pueda seguir contratando créditos y pueda seguir cumpliendo con sus obligaciones financieras sin que se haya producido hasta el momento un solo acuerdo. Las disputas en que se ha enfrascado la "politocracia" washingtoniana han impedido que luego de innumerables reuniones no se haya concretado una solución tangible y coherente que nos dé insumos para zanjar el tema del endeudamiento al que todos estamos enfrentados.  


¡Qué tristeza, EEUU! A mí me produce escozor ver los inequívocos amagos de decadencia de mi país, Estados Unidos de América, que en un pasado no tan lejano se declaraba como el inexpugnable baluarte de la democracia, cuyos ideales igualitarios y de respeto recíproco eran dignos de replicarse en todo el mundo. Lamentablemente, los pilares democráticos que anteriormente habían sustentado mi país están en un proceso de paulatino desmoronamiento y me desasosiega ver cómo EEUU poco a poco evoluciona hacia la "politocracia."

No empleo ese término con ligereza, pues cuando en un momento determinado los dirigentes políticos empiezan a obviar o pasar por alto el fin último para el que han sido elegidos, cual es la defensa de los intereses colectivos de los ciudadanos, y les da por gobernar pensando en sus propios intereses egoístas o en los de los bloques políticos a los que son pertenecientes, la única palabra que se podría aplicar a ese caso es "politocracia." Al igual que me ocurre a mí, opino que en estos tiempos, a ningún estadounidense medianamente informado sobre el acontecer nacional, se le escapará que en nuestra sociedad se está enquistando la "politocracia."


Mi presidente ha advertido hasta la saciedad que de no ser que depongamos nuestras armas ideológicas, desistamos de perseguir nuestras aspiraciones políticas a expensas de los más desprotegidos y nos dispongamos a concretar un paquete de medidas fiscales que incluyan tanto recortes presupuestarios como alzas impositivas, nos veríamos en la penosa situación de dejar de liquidar nuestras deudas públicas debido al ambiente altamente polarizado en Washington.

Ninguno de los partidos quiere dar su brazo a torcer con respecto a cuánto y dónde recortar el gasto social o cómo cambiar el código impositivo para generar ingresos para así presentar un plan que reduzca la deuda nacional de US$14,3 billones. Sin lugar a dudas, las repercusiones que una cesación de pagos acarrearía serían apocalípticas: los pensionados podrían dejar de recibir sus estipendios estatales, el país podría caer de nuevo en una recesión y llevar al resto del mundo al borde de un colaspo económico global.


Los veteranos que están completamente discapacitados se verían especialmente afectados porque dependen totalmente de la asistencia federal para pagar sus hipotecas, su alimentación o ser transportados a sus empleos o a las clínicas de atención médica. ¿Así se les paga por haber prestado un ejemplar servicio militar al país?

Yo, personalmente, conozco familias que dependen de los mismos programas de asistencia social que están bajo revisión como materia de recortes, familias que, de no ser que el gobierno emita sus pagos de asistencia médica, tendrán que decidir entre si van a llevar a sus hijos al médico o pagar su arriendo o alimentarse. Ninguna familia debería tener que tomar decisiones tan dolorosas entre necesidades que son igualmente prioritarias.



Faltan escasos días para el 2 de agosto, fecha en la que el gobierno de EEUU podría quedar inoperativo por carencia de fondos y entrar en una cesación de pagos a sus acreedores que, según no pocos analistas, generaría pánico en los mercados bursátiles, elevaría meteóricamente las tasas de interés, devaluaría el dólar y sumiría la economía en una nueva recesión, mientras la calificación crediticia de EEUU se degradaría.

Todo esto me tiene consternado, pero lo que más me aqueja es la intransigencia que he percibido por parte de los republicanos, quienes sólo aceptarían el aumento siempre y cuando esté acompañado con un plan para minimizar el gasto público mediante recortes draconianos a programas de asistencia social (de los cuales dependen muchos estadounidenses), pero sin que se considere la posibilidad de alzar los impuestos, algo que ellos consideran un tema inamovible.

Concuerdo con ellos en que nuestra tendencia a despilfarrar es insostenible y pronto nos conducirá a la bancarrota federal a no ser que nos apretemos el bolsillo y ejerzamos la frugalidad fiscal a rajatablas. Comparto con ellos algunas de sus críticas al programa de asistencia social que ha sido objeto de la más flagrante manipulación de parte de beneficiarios sanos a los que no se les ha exigido que trabajen o se capaciten para integrarse a la fuerza laboral como condición para recibir bonos estatales.



El sistema de asistencia social debería reformarse cuando antes para evitar que programas como el de estampillas alimenticias y de subsidios residenciales, dos de los programas de mayor envergadura para los menesterosos, sigan siendo explotados por individuos que se han beneficiado y piensan seguir beneficiándose sin que se les exija ningún esfuerzo por independizarse económicamente a cambio.

Sin embargo, nosotros estamos viviendo tiempos inusualmente atípicos en que EEUU ostenta un porcentaje de desempleo nada halagüeño de 9,2%. Si los republicanos se salen con la suya, y logran implementar los recortes de fondo al sistema de asistencia social que se han propuesto, se aumentaría la tasa de desempleo (se estarían eliminando servicios y los trabajadores que los llevan a cabo) y se disminuiría irremediablemente la cantidad de contribuyentes tributarios y consumidores. A juzgar por sus más recientes actuaciones, tal parece que los legisladores republicanos no son conscientes del impacto nocivo que conllevarían los recortes que han sido tan enfáticos en proponer.


Dicho sea de paso, si no se pacta un acuerdo para elevar el tope de endeudamiento a la mayor brevedad posible, las consecuencias serán catastróficas, especialmente en lo referente a las minorías étnicas que eran las más afectadas por el último remezón económico. La recesión económica golpeó con mayor fuerza a las familias hispanas en Estados Unidos, por encima de los demás grupos étnicos entre afroamericanos y blancos, reveló el martes un estudio de la organización Pew Research Center. Entre 2005 y 2009, la riqueza media ajustada por inflación se redujo en un 66% en los hogares hispanos, un 53% en los hogares afroamericanos, y tan sólo un 16% en los hogares blancos. Este descenso llevó a los hispanos y afroamericanos a niveles de 1984, de acuerdo con el mismo estudio.

Pese a la polarización bipartidista que recientemente se ha apoderado de Washington, todavía hay visos de esperanza. Sigo esperanzado de que vayamos a concretar un acuerdo presupuestario que nos permitiría elevar el techo de deuda antes de que se venza el plazo, después del cual entraríamos en una cesación de pagos que se percibe como la madre de todos los desastres: el detonante de una nueva recesión. Por ahora, toca encomendarnos a las palabras de Winston Churchill, primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial, quien dijo: "Siempre podrás contrar con que los estadounidenses hacen lo correcto, cuando ya han intentado todo lo demás."

Esperemos que hagamos lo correcto, antes que sea demasiado tarde, por nuestro bien y por el de todo el mundo.

domingo, 10 de julio de 2011

DREAM Act: del dicho al hecho, hay un gran trecho

A mí me genera mucha preocupación que existan casos en que los sueños de miles de estudiantes se vean truncados al estar en la mira de los agentes migratorios por su estatus legal tras haberse graduado con honores de prestigiosas universidades. A todos nos estruja el alma ver como se desperdicia el talento de tantos individuos hábiles y capacitados que no atentan contra nuestra integridad nacional ni son los causantes del flagelo que actualmente los azota por ser indocumentados.


Por supuesto me refiero al proyecto de ley denominado el DREAM Act que tuvo una merecida audiencia en el Senado hace dos semanas. En esa coyuntura, el subcomité de asuntos migratorios de la Cámara Alta analizó la ley para el Desarrollo, Alivio y Educación para Menores Extranjeros (DREAM por sus siglas en inglés) que está encaminado a normalizar el estatus civil de miles de sujetos indocumentados con la condición de que hayan emigrado ilegalmente antes de los 16 años y que cumplan al menos dos años en una institución de educación superior o presten servicio militar en las Fuerzas Armadas. El proyecto, presentado por el senador demócrata Dick Durbin, estipula además que los aspirantes deben haber residido en el país por al menos 5 años y carecer de antecedentes penales que amancillen su reputación a la hora de postular a la ciudadanía estadounidense.



A mi juicio, no tiene pies ni cabeza, desde el punto de vista de la aplicación de las leyes, que se deporte a gente joven y talentosa que no podría hacer otra cosa que optimizar nuestra capacidad de competir en el escenario global e invertir en el capital intelectual del país. Aunque es cierto que quizás EEUU no sea su terruño, es decir, la tierra que los vio nacer, este país es su país y a él los unen los indisolubles lazos de la solidaridad y del patriotismo.


No tiene sentido que deportemos a miles de estudiantes indocumentados que fueron criados como estadounidenses, o a otros, incluyendo a muchos provenientes de China, Nigeria y otras partes del mundo, que llegaron al país para estudiar en algunas de las mejores universidades estadounidenses y que, tras obtener títulos universitarios, son enviados de regreso a sus países de procedencia para competer contra nosotros. En eso, nos hemos convertido en nuestros propios enemigos por no implementar estrategias sensatas y constructivas para zanjar el conflicto migratorio en que nos vemos sumidos.


Creo firmemente en que hemos de resolver, de una buena vez, el limbo migratorio en que se encuentran muchísimos individuos que fueron traídos por padres que huían países conflictos convulsionados por conflictos armados o simplemente llegaron al país sin los debidos documentos buscando horizontes más esperanzados en términos económinos para sí mismos y para sus hijos.

Me conmoví al ver la tanda de estudiantes que salió de las sombras con la esperanza de que sus testimonios incidieran en que fuese ratificado el DREAM Act. Al declarar públicamente que son indocumentados, acuciaron al gobierno a que tomase cartas en el asunto y que actuara con inmediatez respecto a su incierta situación migratoria que los expone constantemente a la deportación. El paso de estos jóvenes de admitir que no cuentan con la debida documentación hace parte de una campaña de concientización que busca generar conciencia en EEUU alrededor de la situación en que subsisten decenas de miles de estudiantes que ingresaron al país, traídos por sus progenitores, antes de que alcanzaran la adultez.


Por otro lado, puedo entender desde el punto de vista legal, las críticas que han lanzado muchos conservadores que sostienen que las propuestas de reformas inmigratorias que subsumen caminos a la legalización sí equivalen a un tipo de amnistía que es como recompensar a transgresores de la ley por haber atravesado nuestras fronteras de manera irregular. Nuestra legislación fronteriza e inmigratoria tiene que respetarse y es el deber de cada país hacer que sus leyes se acaten con el debido respeto y que no ingresen sujetos indeseados sin los papeles requeridos. Al contrario, no sólo estaríamos enviando el mensaje equivocado al conculcar nuestro deber de impermeabilizar nuestras fronteras sino que estaríamos anulando nuestras leyes al no hacer que éstas se apliquen de hecho.

Sin embargo, otorgar un estatus legal a individuos que no tuvieron voz ni voto en si eran llevados o no a EEUU no es amnistía en el sentido estricto de la palabra. Si nos ponemos a analizar el significado de la palabra amnistía según la definición que estipula la Real Academia de la Lengua, amnistía denota el olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores. Dicho sea de paso, no se puede amnistiar a quien no ha cometido una infracción.

Lo único que me inquieta de esto es que a unos indocumentados les dé por aprovecharse de este resquicio jurídico para ordeñar el sistema, es decir, manipularlo a su conveniencia para que Estado financie la educación de sus hijos y los ponga en un sendero que los conducirá a la legalización. Esto, a mi modo de ver, tendría un efecto contraproducente al alentar más inmigración ilegal puesto que la propuesta que actualmente se encuentra bajo revisión no contiene elementos de control fronterizo u otras medidas restrictivas.


Tal vez peque de reaccionario pero es de suma importancia que protejamos nuestras fronteras y arreglemos cuando antes el deteriorado sistema migratorio. Comprendo la frustración de los estudiantes que serían favorecidos si se aprobara el DREAM Act y me solidarizo con ellos. Aunque respeto mucho a Obama por haber intensificado sus pedidos para que el Congreso revalide este proyecto de ley, creo que a estas alturas es un gesto vacío electoralista para aplacar la frustración del latino a pesar de que no haya la más remota posibilidad de que tal medida sea aprobada en una Cámara Baja de mayoría republicana, de tinte ultraconservador.

Seamos realistas y aterricemos un momento. Los discursos de Obama exigiendo la aprobación de DREAM Act son una buena estrategia electoral para acapararse de los votos de latinos en los comicios del 2012, pero ante el actual Congreso dominado por republicanos refractarios a todo lo que huela a amnistía, no es una postura netamente honesta. Hay que reconocerlo. Además, me preocupa que Obama esté suscitando, sin desearlo, falsas expectativas entre la comunidad latina dado el ambiente altamente polarizado e intransigente de Washington.

Obama debe ser más consecuente en su trato hacia los latinos y en vez de tenerle tanto miedo a las críticas de los legisladores hispanofóbicos que lo acusan de querer lograr una amnistía general de 11 millones de residentes indocumentados, debería hacer uso de sus poderes discrecionales para otorgar un estatus temporal a ciertas categorías de inmigrantes, como los estudiantes, que podrían aportar a nuestro capital intelectual y fortalecernos como un país. Los que debemos estar expulsando son los inmigrantes con prontuarios criminales, no los que cuentan con las herramientas para vigorizar nuestra competitividad. Aunque Obama ha instado en reiteradas oportunidades a que el Congreso avalara el DREAM Act, que permitiría a esos jóvenes permanecer en el país, no está utilizando sus fueros discrecionales para impedir sus inminentes deportaciones.


Hay razones de sobra para criticar a Obama. Ningún presidente, por más popular e innovador que sea, se salva de la crítica. En futuras entradas, glosaré con lujo de detalles los temas en que me encuentro desilusionado con el desempeño de la actual administración. Por ahora, me limitaré a decir que me desasosiega el silencio de la Casa Blanca ante las draconianas leyes anti-inmigrantes que están promulgando varios estados que socavan la prerrogativa del gobierno federal de legislar en temas migratorios. Mientras Washington claudica, los estados actúan y a la larga esto amenaza con convertirse en la piedra en el zapato de todos ya que podrá haber 50 diferentes formas para regular la inmigración.

Entiendo que Obama debe de estar canalizando sus energías en temas más perentorios como la débil recuperación de la economía, el rampante desempleo, los altos precios del combustible y la intransigencia bipartidista para aumentar nuestra línea crediticia, pero sus promesas deben transmutarse en acciones concretas si desea seguir cautivando el voto latino. Si no actuamos con celeridad, podríamos estar relegando a miles de inmigrantes a las sombras y, peor todavía, poniendo en bandeja de plata a jóvenes habilidosos y competentes para ser consumidos por las pandillas u otras actividades delictivas que se promueven cuando a uno se le cierran las puertas para ascender por las buenas.