RENUNCIA DE RESPONSABILIDAD : Las opiniones aquí expresadas pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Departamento del Estado de los EEUU, el Programa Fulbright, la Comisión Fulbright de Colombia, el Instituto de Estudios Internacionales (IIE) o la Universidad de los Andes. Léase todo con comprensión. Atentamente, Gabriel-Josué Hurst

lunes, 8 de agosto de 2011

EE.UU: un país en vías de subdesarrollo


Comedidamente y de manera respetuosa, quisiera agradecer a nuestros reputadísimos e insignes dirigentes políticos por no sólo haber reforzado mediante sus oprobiosas gestiones la creencia ya extendida de que las riñas entre los politiqueros en Washington son las culpables del flagelo económico que actualmente nos azota sino también por habernos confirmado de forma inequívoca lo que todos nos temíamos: nos está volviendo un país subdesarrollado.

Mis afirmaciones se basan en las pruebas altamente preocupantes que ha arrojado Estados Unidos durante éstos días llenos de tirantez e incertidumbre. Standard & Poor's (S&P) hizo el viernes pasado lo que muy pocos anticipábamos que sucedería y lo que más le espeluznaba a la Casa Blanca: rebajar la calificación de riesgo de la deuda de EEUU.


Aunque países como Francia y Brasil relativizaron la rebaja de nota crediticia y subrayaron un error de cálculo en que incurrió la agencia calificadora, dichas muestras de solidaridad multilateral no bastaron para reprimir la rampante "desconfianza" que está cundiendo en los mercados globales, desatada por la crisis de la deuda en Europa y el recorte de la calificación de la deuda de EEUU.

Obviamente, cuando la confianza se deteriora, los inversionistas se vuelven extremadamente reticentes a la hora de actuar, y esto se ha exacerbado con el solo hecho de que EEUU estaba al borde de una cesación de pagos, la cual ha ocasionado un gran nerviosismo que se ha ido apoderando de las bolsas mundiales a pasos agigantados.


Lo que parece quedar en evidencia es que pareciera que estamos ante el desmoronamiento de nuestro sistema gubernativo, una reliquia de antaño, edificado por argumentos que hoy por hoy carecen de dientes para afrontar nuestros problemas más apremiantes. Concuerdo con Obama en que el pueblo estadounidense no votamos por un gobierno disfuncional, sino por uno dividido, que hubiera permitido más transparencia y corresponsabilidad bipartidistas. Sin embargo, lo que más me inquieta es que la combinación de una estricta separación entre los poderes legislativo y ejecutivo, sumada a las elecciones legislativas que se celebran cada dos años, hace que diferentes partidos ostenten la hegemonía sobre diferentes sectores del gobierno.

A mi juicio, esto ha redundado en una receta para la ingobernabilidad. Ojalá no peque de malinformado, pero que yo recuerde los próceres de nuestra independencia no tuvieron que bregar con fuerzas obstaculizadoras como el Tea Party, una agrupación amorfa de ultranacionalistas archiconservadores. Todos conocemos de sobra la pronunciada polarización que se ha enquistado en Washington, vigorizada por la radicalidad de los sectores más reaccionarios del Partido Republicano que han sido enfáticos en su propuesta de realizar recortes masivos a destajo sin contemplar la posibilidad de ningún alza de impuestos a los billonarios y compañías petroleras. Como han señalado numerosos economistas, un déficit cercano al 10 por ciento del PIB hay que rectificarlo tanto por la vía de recortes al desembolso público como la de alzas impositivas a los más acaudalados y pudientes de nuestro país.


Por supuesto, muchos se preguntarán quienes ganaron la disputa y quiénes la perdieron. Sin lugar a duda, el Tío Sam se está tambaleando y todos hemos perdido a raíz de la desconfianza que generó la rebaja de nota crediticia de EEUU, provocada en gran parte por la falta de consenso bipartidista en Washington. Algunos podrían argumentar que Obama se salió con la suya porque no se convirtió en el primer presidente bajo el cual el país dejó de cancelar sus deudas, lo que habría sido ignominioso.

Esto, sin duda, tiene mérito, pero tampoco salió ileso de esta encarnizada batalla. Muchos, hasta comediantes de notoriedad, lo pintan como más blando que una gelatina por haberle concedido tanto terreno a los republicanos que a la larga perjudicaría a los más desfavorecidos. Uno de estos humoristas bromeó de que el 4 de agosto Obama celebraría su cumpleaños, si no lo hubiera concedido a los republicanos primero. Pero a los líderes del Tea Party tampoco les fue mejor, pues ellos han coadyuvado en consolidar la percepción que se les tiene como figuras obstruccionistas que les han granjeado más migrañas que beneficios al Partido GOP por su aparente inseparabilidad de su base política.


Lo que sí está claro es que el remezón financiero que nos sacude como un país ha dejado al descubierto la gran humillación nos embarga por el inminente declive como superpotencia que se nos aproxima. Tal parece ser que el país que les vio nacer a mis padres se está transformando ante mis propios ojos. La fortaleza tradicional del dólar estadounidense ha mostrado su lado más flaco y surgen debates orientados a poner en tela de juicio la robustez del dólar como moneda de reserva internacional por antonomasia. Tales consideraciones habrían sido impensables, hasta antipatrióticas, en la época de mis padres, pero hoy por hoy se han vuelto el pan de cada día.

Como gringo, nutrido por la leche del "excepcionalismo norteamericano," esta coyuntura me atenaza. Quizás tenga que ver con mi crianza como hijo de milicos, pero desde niños se nos inculca que somos casi como un pueblo elegido. Tales creencias indudablemente se remontan a la época pre-colonial en que los peregrinos europeos huyeron de la intolerancia religiosa en Europa y se asentaron en Nueva Inglaterra, donde fueron poderosamente influidos por las enseñanzas de John Cotton, un líder carismático, quien les exhortó a que conquistaran el territorio comprendido entre los océanos Atlántico y Pacífico a balazos y estocadas en obvio detrimento de los indígenas que ya se encontraban radicados en los territorios "descubiertos." 


Sin explayarme indebidamente en temas ajenos al cometido de esta entrada, estas ideas narcisistas se propagaron con fuerza y florecieron con posterioridad, y se cristalizaron en lo que se conocería hoy como el Destino Manifiesto, un concepto rayano en el racismo que le brindó un marco ideológico para perpetrar a sus anchas sus excesos expansionistas, anexando al suelo patrio estados como California, Texas y Arizona.   

¿Nos estamos volviendo un país subdesarrollado? Sólo el tiempo nos lo dirá, pero me siguen suscitando preocupación el elevado índice de desempleo, las desigualdades económicas abismales entre nuestros conciudadanos, la abultada deuda externa y descabelladas propuestas por realizar recortes en inversiones en los campos científico-tecnológicos, lo cual menoscabaría nuestra competitividad frente a otros países.



Por lo tanto, me uno con mis conciudadanos atemorizados por el reciente remezón financiero al hacer un llamado a la cordura, pues es imprescindible que nuestros dirigentes ejerzan la voluntad política para afrontar nuestros problemas con sensatez y mesura. El énfasis fastidioso en "trazar líneas en la arena" para no cruzarlas no nos ha conducido a buen puerto y sólo ha conseguido que se nos rebaje la nota crediticia. La pretensión del ala más recalcitrante del Partido Republicano de tomar como rehén al país y utilizar la crisis de la deuda como una "palanca" para presionarnos a todos y lograr objetivos que no podrían lograrse por la vía del díálogo, me parece deshonoroso e inaceptable. Si no tomamos medidas para reformar nuestra incorregible tendencia a enduedarnos y contrarrestar la radicalidad que se ha incrustado en el seno del Partido GOP, estaremos irremediablemente encaminados en el derrotero hacia el subdesarrollo.

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