RENUNCIA DE RESPONSABILIDAD : Las opiniones aquí expresadas pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Departamento del Estado de los EEUU, el Programa Fulbright, la Comisión Fulbright de Colombia, el Instituto de Estudios Internacionales (IIE) o la Universidad de los Andes. Léase todo con comprensión. Atentamente, Gabriel-Josué Hurst

miércoles, 29 de junio de 2011

Tope de culebras en EEUU: mucho tilín tilín y nada de paletas


El ambiente enrarecido que se respira en Washington no deja de desconcertarme. Traeré a colación un tema que es digno de ser debatido, el cual se ha convertido en la comidilla de la semana por las nefastas repercusiones que puede generar de no ser aprobada por el Congreso de EEUU a la mayor brevedad posible.

A mí me produce mucho malestar el entorno altamente polarizado en que se está avanzado las casi estancadas negociaciones para reducir el gasto público del gobierno y aumentar el tope del techo de la deuda nacional, es decir, nuestra capacidad para solicitar préstamos sin que el país incurra en la morosidad de pagos. El mismo presidente Barack Obama se ha visto obligado a terciar en el debate y tomar las riendas de las negociaciones para salir del atolladero en que se encuentran el diálogo bipartidista. A mi juicio, los demócratas y republicanos se han enzarzado en una confrontación visceral desde que los últimos se hicieron con la mayoría de los escaños en la Cámara de Representantes, lo cual ha frustrado las reformas propuestas por la Casa Blanca.



El abril pasado, diputados de los dos partidos, negociaron a última hora un polémico acuerdo sobre recortes presupuestarios. De no conseguirlo, el gobierno federal podría haber quedar paralizado. Ahora nos hemos vuelto a meter una vez más en la olla pitadora, pues las posiciones de los dos bloques políticos se han radicalizado sobremanera y mientras que la Casa Blanca insiste en que algunos aumentos de impuestos formen parte del paquete negociado, los republicaos se niegan rotundamente a ponerlo bajo consideración a menos que los demócratas realicen recortes sustanciales y de fondo en el gasto público que raya en lo insostenible.

Los negociadores republicanos se retiraron de las negociaciones el jueves ante la insistencia de los demócratas para incluir incrementos fiscales en cualquier plan de reducción del déficit. Obama se vio en la necesidad de intervinir en el asunto el viernes y convocó a la Casa Blanca a los principales líderes del Senado para que se retomaran las negociaciones interrumpidas por desavenencias políticas.


Los congresistas republicanos quieren llegar a un acuerdo sobre aproximadamente $2 billones en recorte de gastos en un plazo de 10 años antes de admitir un aumento al límite de endeudamiento del país, actualmente fijado en $14.3 billones, el plazo por el cual se anticipa que se venza este próximo 2 de agosto.

El principal desacuerdo se centra en los impuestos: Los demócratas, incluido Obama, son enfáticos al señalar que un acuerdo de reducción sustancial del déficit debe subsumir un alza de impuestos, la eliminación de alivios tributarios a compañías grandes e individuos adinerados y la imposición estatal de un gravamen al consumo del carbón. Los republicanos, por su parte, están exigiendo recortes enormes en el gasto gubernamental e insisten en que no haya incremento de impuestos, lo cual supondría un escollo de proporciones monstruosas de cara a los comicios en la Cámara Baja fijados para el año entrante.

Lo que más me atenaza es que este retraso en el aumento del techo de endeudamiento de EEUU podría repercutir negativamente en la incipiente recuperación y acarrear otro remezón económico. De ser que no se cuaja un acuerdo para elevar el tope de endeudamiento, EEUU se encontraría en la embarazosa situación de cesación de pagos de algunas de sus obligaciones.

Por su parte, el presidente de la Reserva Federal y republicano centrista, Ben Bernanke, puso en guardia a sus correligionarios en el Congreso contra la tentación de obstaculizar el aumento del techo de la deuda, considerando que ello contravendría objetivo declarado de subsanar las finanzas del Estado. Enfatizó su comprensión por la intención de los republicanos por utilizar la fecha límite del techo de la deuda para imponer medidas necesarias y difíciles para sanear las finanzas públicas, pero la cuestión del techo de la deuda no es la herramienta más adecuada para lograr ese importante objetivo y la bala podría, más bien, salírseles por la culata.

Yo, de mi parte, considero que la mejor alternativa sería condicionar el aumento del tope a considerables reducciones presupuestales (hemos de prescindir del exceso fiscal e incrementar los impuestos) pero es imprescindible que se ratifique un acuerdo con la mayor celeridad posible antes de que entremos en moratoria y seamos incapaces de llevar a cabo en términos financieros las funciones del Estado. Ante esta coyuntura indeseada, se generaría una pérdida de confianza en la solvencia crediticia del país y el estatus especial del dólar como moneda de reserva podría verse perjudicado. 

Por ahora, sólo escucho mucho tilín tilín y nada de paletas.

lunes, 13 de junio de 2011

Estados Unidos de Colombia: ¿genuflexión criolla o intervencionismo yanqui?

El mes pasado un "coterráneo" mío del Chocó me pidió encarecidamente que comentara un artículo sobre el estado actual de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Colombia y el atolladero insalvable en que, al parecer, se encuentra el TLC. Aparentemente, los sectores económicos del país se habían declarado sumamente desilusionados con la posible cancelación de las preferencias arancelarias, el TLC sigue más enredado que nunca y que se prevé una merma substancial en los capitales que se destinan per annum al Plan Colombia.

Sin ánimo de lastimar sensibilidades, me referiré brevemente a un artículo que leí hace un par de meses que encontré bien sugestivo por múltiples razones, la principal siendo la elucidación de las fluidas dinámicas de la relación binacional que sostienen EEUU y Colombia en lo diplomático. Según algunos politólogos, esta relación altamente volátil ha oscilado entre la "genuflexión criolla y el intervencionismo." Los mismos analistas son enfáticos al señalar que la Casa de Nariño se ha pintado como una sucursal de la Embajada de EEUU puesto que en Colombia se ha venido dando el caso peculiar de "intervencion por invitación." Es curioso recordar que en Colombia tal vez no habría una Embajada de EEUU si Mariano Ospina Rodríguez 1857-1861 se hubiera salido con la suya, pues él pretendía precisamente anexar la "Confederación Granadina" a EEUU en aras del progreso nacional. 


A continuación cito textualmente un pasaje diciente del artículo en cuestión que pone en jaque los argumentos manidos de antaño que retrata a EEUU desfavorablemente y brinda una importancia desmesurada, por no decir indebida, a nuestro histórico "unilateralismo."

"Durante el periodo de Álvaro Uribe, que es al que pertenecen los cables de WikiLeaks, hay elementos que llaman la atención. La embajada se convirtió en vértice de una especie de ‘triangulación’ para enviar mensajes al presidente. ¿Dónde en el mundo, el vicepresidente pide al embajador gringo que le ayude a convencer al presidente de la gravedad de las ‘chuzadas’ del DAS? Los dirigentes colombianos acudían a la sede diplomática en busca de bendiciones sobre temas locales, como lo hicieron Mario Uribe, para la configuración de sus listas a Senado y Cámara, o un magistrado de la Corte Suprema de Justicia, frente a la controversia entre esta y el Ejecutivo. Y hasta las ONG y la oposición buscaban en la embajada influir en el juego de ‘castigos’ entre Washington y Bogotá, como la no aprobación del TLC o el congelamiento de fondos del Plan Colombia, lo que, curiosamente, en lugar de cuestionar la ‘intervención’, como era típico en la izquierda del pasado, lo que hace es legitimarla. La imagen del presidente Uribe llamando, delante del embajador, al fiscal general para pedirle premura en las investigaciones de los ‘falsos positivos’ es elocuente."

Dicho sea de paso, los cables denotan no sólo comprensión de los problemas y respeto a las instituciones democráticas de Colombia por parte de la Embajada sino también desenmascara o deja al descubierto el deseo soterrado que tienen ciertos sectores de Colombia que EEUU se inmiscuya indebidamente en sus asuntos internos. Sería superfluo decir que, por lo menos, en esta conyuntura la Embajada de EEUU en Bogotá salió bien estacionada.



Entre las tendencias históricas de la política exterior colombiana, la cercanía a EEUU es, sin duda, una de las más descollantes. Desde el desmembramiento del territorio nacional que encontró su apogeo en la pérdida de Panamá, Colombia ha buscado adelantar sus objetivos diplomáticos principalmente por medio de la asociación con el país del norte. La convicción generalizada de los que detentaban el poder político y económico de que la proximidad era deseable como estrategia para defender los intereses nacionales dio origen a la doctrina del respice polum.

En su condición de mal presidente pero connotado latinista, don Marco Fidel Suárez, acuñó ese término y sentó un precedente trascendental para que las interacciones de Colombia con el resto del mundo estuvieran fuertemente mediadas por sus vínculos, al parecer indisolubles, con Washington. La estrategia de asociación que ha caracterizado la diplomacia colombiana constituye una política de estado que no ha sufrido sino nimias modificaciones durante más de un siglo. 

Para muchos politólogos, por bajo de la internacionalización del conflicto armado promovida por ex presidente Andrés Pastrana durante los años noventa subyacía un solapado deseo porque EEUU cobrara conciencia de lo decisiva que era Colombia en su lucha contra las drogas y adecuara sus intereses a los de los colombianos.


Para ello, Pastrana puso manos a la obra para difundir ante el mundo una imagen de Colombia como país "problema" cuyo estado era incapaz de afrontar por sí solo los estragos generados por el narcotráfico y por el recrudecimiento del conflicto armado. Puesto que EEUU se consideraba una fuente indispensable de ayuda económica y militar, el gobierno colombiano no solo admitió un nivel considerable de injerencia estadounidense en la planeación y ejecución del Plan Colombia sino que instó a que ese país se involucrase más de fondo en la situación interna.


El desmoronamiento del proceso de paz con las FARC en el febrero de 2002 suscitó la articulación de un nuevo discurso colombiano, de caracter antiterrorista, que le cupo como anillo al dedo a la retórica vengativa y beligerante que había adoptado EEUU a raíz de los ataques terrorista del 11 de septiembre, acaecidos en su territorio. Uribe explotaría esa guerra contra el terrorismo y modificaría sustancialmente el uso convencional del respice polum al acuciar a Washington a que tomara un papel más proactivo y protagónico en el Plan Patriota, y al articular la realidad colombiana en un lenguaje altamente problemático que resaltó la amenaza que representaba Colombia para la estabilidad regional.


El caso de la política exterior de Colombia sugiere que es imprescindible poner bajo una lupa analítica la forma en que los países débiles, con menos poder adquisitivo, pueden fomentar y perpetuar relaciones de asociación y subyugación en sus interacciones con contrapartes más potentes. Sería impresentable desconocer la influencia avasalladora que tiene EEUU en contextos como el colombianos ni sus actitudes que rayan en el imperialismo alrededor del mundo. No obstante, subrayar discriminadamente las asimetrías de poder que se manifiestan en las dinámicas de poder entre las dos naciones es obviar los mecanimos de los que echaron mano los gobiernos de Pastrana y Uribe para propiciar un mayor involucramiento estadounidense en los asuntos internos de Colombia.


Antes de finalizar esta entrada, quisiera dejar bien sentada mi postura frente al TLC y las relaciones diplomáticas que se sostienen entre EEUU y Colombia. Siempre he sido siempre un firme creyente de la liberalización comercial y de la integración, a todos los niveles, entre los pueblos. Considero que la evidencia económica es irrebatible en cuanto a los beneficios que se obtienen producto de la internacionalización. Todos los países que tienen unas economías abiertas a la inversión extranjera y un mayor volumen de comercio internacional per capita (exportaciones per capita + importaciones per capita) logran unos niveles de desarrollo humano, calidad de vida y crecimiento económico, superiores a sus similares.


Ahora, no por ello debemos creer que cualquier tipo de liberalización, integración e internacionalización es buena per se. Es sumamente importante que cualquier tratado que se suscriba entre los dos países sea de beneficio recíproco y que no le abra paso a una relación de mula y jinete que vulnera ni lesiona los derechos de los más desprotegidos, tanto en EEUU como en Colombia.